El Rey, La Doctora, La Flor y Alex Trebek

De izquiera a derecha: Pelé, Dra. Ruth Westheimer, Guy LaFleur, Alex Trebek

Hace poco les narré del encuentro de mi prima con Mick Fleetwood de Fleetwood Mac, y hace mucho les conté mi comida al lado de la difunta estrella porno Anna Mallé. Mis encuentros con la fama no han sido demasiado frecuentes ni impresionantes bajo ciertos estándares, pero sí puedo decir que recuerdo algunos con particular gusto.

La fama a «nivel nacional» no me impresiona mucho, la verdad. Trabajando en Televisa, primero en los Foros de San Ángel y unos años después en las oficinas de la Editorial, el contacto con las «estrellas» del momento era bastante cotidiano. Puedo decirles que algunas actricillas/cantantillas me llegaron a impresionar por tener unos cuerpazos, pero lo mismo puedes decir del sexo femenino si te sitúas estratégicamente en algún lugar turístico como Cancún, Miami o Bahamas durante un día de calor. No todas las que pasean sus físicos por esos lares son famosas, pero la verdad ni falta que les hace.

También trabajé brevemente con un amigo produciendo un programa de radio sobre fútbol, donde desfilaron celebridades panboleras del momento como El Brodi, El Cuau y Bora, entre muchos otros. Mismos sentimientos, nadie que me hiciera pensar que estaba conviviendo con alguien especial o sumamente admirado. Bueno, El Brodi sí, fue campeón con mis Pumas.

Pero todo esto cambió allá por el año 2000. Fui invitado por Pfizer a la ciudad canadiense de Montreal, en el marco de un congreso mundial sobre salud sexual. El pretexto real para llevar a gente de los medios a esa magnífica metrópoli era el de obtener menciones editoriales para el producto farmacéutico que estaba revolucionando al mundo: Viagra.

Lo peculiar de este viaje, sin embargo, fue que me deparó cuatro curiosos eventos con la fama, que narro a continuación:

EN MONTREAL…

Viagra: Sutil

Indiscutiblemente la carta fuerte del congreso era la presencia de su flamante vocero para la concientización sobre disfunción eréctil: Edson Arantes Do Nascimento, «Pelé». O Rei Pelé. Cuando se escucha «El Rey» sólo puedo pensar en dos nombres: Elvis y Pelé. No, no pienso en la canción de José Alfredo Jiménez, la música de mariachi nunca ha sido lo mío.

Pero Pelé se cocía (bueno, se cuece) aparte en materia de celebridad. Tengo vaguísimos recuerdos de verlo jugar al final de su carrera con el Cosmos de Nueva York, pero siempre ha sido esa figura mítica, alguien que pudo presumir ser el mejor de todos en algo tan inmenso como es el fútbol. La idea de Pfizer fue contratar a varios deportistas famosos para hablar sobre las soluciones viables para enfrentar la disfunción eréctil, de manera que el sexo masculino, naturalmente renuente a tocar el tema con sus médicos, supieran que había una nueva pastillita azul capaz de devolverles la tumescencia peneana («¡Al Batidiccionario, Robin!»), y todo avalado por el rostro familiar de alguno de sus ídolos.

Me encontraba sentado con el resto de los asistentes al congreso en un inmenso auditorio, al que le calculo unas 4000 butacas de capacidad. En el estrado se encontraban los altos ejecutivos de Pfizer, junto con tres de los invitados de honor: Pelé, con su tradicional sonrisa de oreja a oreja y su dominio evidente sobre el público. A su lado, Guy LaFleur, uno de los mejores jugadores de hockey de todos los tiempos, y quizá de los más grandes ídolos para el pueblo canadiense. Muy modosita y sonriente, en un extremo, la Dra. Ruth Westheimer. A lo mejor su nombre no les suena tan familiar, pero en su momento la Dra. Ruth fue a la sexología en los medios lo que fue Chepina Peralta a cocinar porquerías en la televisión.

La ceremonia no duró gran cosa. Todos hablaron de la misión de Pfizer y de Viagra en el mercado, de lo mucho que iba a mejorar la vida en pareja de millones de personas alrededor del mundo y bla bla bla. Nuestra publirrelacionista anfitriona nos advirtió que no iba a haber rueda de prensa, pero que al menos podríamos acercarnos a alguno de los presentes para estrechar su mano. No precisamente una exclusiva, pero uno sabe que ciertos viajes de prensa son así. En fin…

Concluye la sesión, y aquí es donde nuestro héroe (bueno, yo), de pronto se encuentra cara a cara con…

EL REY

Pelé: Famoso por anunciar lo que sea. Y por el fut, claro.

En efecto. Los miembros del estrado se ponen de pie y comienzan a dejar el estrado,  caminando por un extremo del auditorio hacia la salida. Pelé encabeza el pelotón, seguido de su comitiva. LaFleur y la Dra. Ruth se ubican en extremos opuestos frente al foro. He aquí un crudo sketch de la ubicación de todos nosotros en el auditorio:

Mapa del auditorio, con la ruta de Pelé hacia un servidor…

Como pueden ver, Pelé intentó salir por la vía predeterminada, al final del auditorio. Sin embargo, la presencia de prensa, admiradores y demás personal en el recinto bloqueó de inmediato esa salida. Sin pensarlo dos veces, cambió de rumbo abriéndose paso entre las butacas vacías, con la idea de salir por un costado del escenario, en contraesquina de su salida inicial. Y por obra de la casualidad, yo me encontraba parado, solito y mi alma, entre la vía de escape y él.

No me caía el veinte. Yo estaba esperando que la salida se relajara un poco para reunirme con mis compañeros de viaje y la publirrelacionista, quienes sí se habían lanzado hacia la salida del fondo en espera de ver más de cerca a O Rei Pelé. Y de la nada, el hijo predilecto de Minas Gerais, Brasil, caminaba decidido hacia el hijo predilecto de calle Chimalcoyotl, Colonia Toriello Guerra, Distrito Federal, México.

Así que en cuanto Pelé entró en la hilera de asientos vacías frente a mi, di un par de pasos al frente y estreché su mano. Lo único que me salió decirle fue un: «Pelé, hace mucho que no te vemos en México, nos tienes muy abandonados…», a lo que respondió con unas palmadas en mi espalda, un fuerte apretón de mano y unas risas muy diplomáticas: «¡Ah, México lindo! Muy buenos recuerdos, mucha gente querida…»

Y con una gambeta muy hábil (obvio), el futbolista más grande de la historia me dejó atrás en dirección a la salida.

Deben haber pasado tan sólo unos segundos, pero los gritos de la publirrelacionista me sacaron de mi estupor «¿CÓMO SUPISTE QUE IBA A SALIR POR AQUÍ? ¿QUÉ LE DIJISTE?»

Logré reubicarme a tiempo para responderle: «Le dije que Maradona no necesitó de Garrincha, Didí, Vavá, Rivelinho, Carlos Alberto, Djalma Santos o Zagalo para ganar un mundial de fútbol…»

Claro, mi intención era aclararle que era broma. Su cara de confusión e incredulidad me obligaba a hacerlo, vamos. Pero no pude, porque de pronto tuve la oportunidad de conocer a…

LA DOCTORA

Dra. Ruth: matriarcal y calentona, la muy infeliz

Como dos de las periodistas que nos acompañaban tenían agendada una entrevista con un ejecutivo de Pfizer, quien las esperaba justo afuera del auditorio, la publirrelacionista decidió llevarlas de inmediato a su presencia. Para no perdernos, me propuso vernos al terminar en algún sitio. Pero como el centro de convenciones me era tan familiar como la iglesia de mi barrio (o sea, nada en absoluto), le dije que la vería en la puerta del auditorio mismo.

De inmediato volví la mirada al pie del escenario. La Dra. Ruth conversaba animadamente con algunos admiradores en su cómico inglés con marcado acento alemán. Decidí acercarme a ese grupo en particular, pues el grupo rodeando a LaFleur era muy nutrido. Además, honestamente había visto más veces a la chistosísima Dra. Ruth en la tele que al habilidoso jugador de hockey, a quien sólo conocía por haber jugado con él en los equipos clásicos del NHL ’97 para PlayStation.

La Dra. Ruth es una maravilla de ser humano. Se trata de una dulce viejecita que quizá no llegue al metro y medio de estatura, a la que uno ubicaría horneando galletas y tejiendo suéteres para una legión de nietecitos. Lo simpático es que la doctora saltó a la fama en talk shows y en programas de radio y TV hablando de sexualidad humana, de cuestiones reales que interesaban a las parejas gringas. Seamos honestos, escuchar a la viejecita animando al público a probar suerte con vibradores y dildos podría ser lo más antierótico del mundo, pero lo hacía con un desenfado tal y con una honestidad tan desinhibida que sonaba convincente. En serio, búsquenla en YouTube y seguro se reirán un rato con sus ocurrencias, pero es un hecho que sabía de lo que hablaba.

El caso es que la escuché, junto con siete u ocho individuos más a su alrededor, mientras impartía cátedra acerca del impacto que Viagra había tenido en el mercado y la nueva actitud que los hombres estaban tomando respecto al uso de medicamentos contra la disfunción eréctil. Nos habló de los esfuerzos que estaban haciendo otros laboratorios para desarrollar sus propios productos para prevenir la impotencia, de lo buena que resultaba la estrategia de usar atletas de renombre para promover Viagra y de sus románticos recuerdos de la ciudad de Montreal la última vez que la visitó con su marido. Pura risa, la viejilla.

Al final se despidió de todos los presentes preguntándonos de dónde veníamos. Y claro, al escuchar que yo venía de México, culminó su despedida con un «Ooooh, Latin lovers! Muy caliente, yes?»

«Eh… Yes, so they tell me«, fue mi patética respuesta. Más risa, beso en ambas mejillas de la sexóloga germana y listo. Otro memorable encuentro con la fama. La Dra. Ruth apuró el paso hacia la puerta del fondo del auditorio (ya prácticamente vacía a estas alturas) y desapareció. Yo caminé sin mucha prisa hacia el único sitio donde aún había gente, en torno a…

LA FLOR

Guy LaFleur: Demonio mata Flor…

The Flower es el apodo que le dieron los canadienses angloparlantes a Guy LaFleur, a causa de su florido apellido. Pero los francocanadienses aún lo recuerdan con un sobrenombre más cool: Le Démon Blond. El Demonio Rubio. LaFleur fue un ídolo en los 70 y 80, aunque tuvo un fugaz regreso a principios de los 90. La suya fue la época donde los jugadores aún jugaban sin casco, así que no es de extrañar que sus rostros fueran tan populares como los de los cantantes del momento. Había reconocimiento pleno por parte de los fans, ni duda cabe.

Claro, lo que sé de LaFleur lo aprendí después del viaje. Lo único que sabía sobre él era que fue un fumador empedernido durante toda su vida, y que acababa de dejar el tabaco hacía unos meses. Y eso me lo dijo un periodista canadiense que estaba sentado a mi lado durante la conferencia. Lo dicho, no estaba preparado (ni interesado) en el jugador de hockey, al menos no desde el punto de vista periodístico. Vamos, creo que ningún lector de Men’s Health Latinoamérica en aquella época hubiera podido distinguir la diferencia entre Guy LaFleur y Guy de Maupassant («¡A la Batiwikipedia, Robin!»).

Así que me paré como idiota a un lado del grupo de conferencistas, doctores y fans reunidos frente a LaFleur. La publirrelacionista y las otras periodistas de nuestro reducido grupo no deberían tardar en regresar, ¿o sí?

De pronto captó mi atención una hermosa mujer de largo cabello negro y ojos verdes (gran combinación, a mi modo de ver). Yo, enfundado en mi elegante trajecito para congresos médicos (digamos que estaba casi nuevo), le dediqué mi mejor mirada de Latin lover, inspirado por las sabias enseñanzas de la Dra. Ruth.

Y lo malo es que ella sonrió ampliamente y se me acercó con paso decidido.

Nunca me he caracterizado por ser el más cool frente al sexo opuesto, para ser honesto. No crean, soy bastante simpático, y aún creo que podría ser capaz de hacer que alguien como Beatriz Paredes se hiciera pipí de la risa si me dejaran a solas diez minutos con ella (y anticipándome al chiste idiota que están pensando: no, no le enseñaría mi «ese» para lograrlo). Pero soy bastante lento para reaccionar ante la actitud receptiva de una mujer guapa. Y cuando hablo de guapas, es justo decir que la mujer en cuestión (la del congreso, no Beatriz Paredes, que creo que ni mujer es) sí estaba hecha a mano. Imagínense a Kate Beckinsale, pero en accesible. Y más guapa. Porque me estaba haciendo caso, vamos.

El caso es que se me acercó, me tomó del brazo y me dijo en inglés: «Qué bueno que te encuentro. Sólo accedió a dar una entrevista para la TV canadiense, pero te acabo de conseguir diez minutos con LaFleur, en exclusiva».

Alguien más inteligente y sensato hubiera aclarado la confusión en ese momento. Sobre todo a sabiendas de que no traía una grabadora de audio o video para realizar ninguna clase de entrevista. Pero uno hace cosas estúpidas ante mujeres hermosas, así que mi respuesta fue: «¡Excelente! Cuando tú digas.»

La belleza canadiense me dejó brevemente para hablar con el productor de la CBC, cuyo equipo entrevistaba a LaFleur con sendas cámaras y micrófonos. Yo empecé a revisarme los bolsillos. Ni siquiera llevaba una vil libreta de notas. Como mis entrevistas con los médicos de Pfizer no iban a tener lugar hasta el día siguiente, y como la publi nos había informado que ninguna de las celebridades presentes iba a conceder entrevistas, me encontraba menos preparado que César Nava para dirigir un partido político.

La Palm que me salvó del ridículo…

De pronto encontré algo que ahora les sonará a reliquia, pero que en aquella época era lo último en mamonismo electrónico: mi Palm. O más bien, mi Handspring Visor Edge, fabricada por la misma gente que hacía los Palm Pilot, pero bajo un sello exclusivo, para hacerse competencia ellos mismos. Tuve una idea descabellada, pero que me permitiría salir adelante.

La belleza canadiense regresó por mi, informándome que LaFleur estaba terminando su entrevista televisiva, y preguntándome si estaba listo. Tomé la Palm, hice un elaborado movimiento para abrir su compuerta desplegable de aluminio, apreté algunos íconos al azar en la pantalla y le dije que sí, y que no se preocupase por el tiempo, pues la capacidad de grabación digital de audio de mi gadget era precisamente de diez minutos.

Pura farsa, claro. El artefacto en cuestión no tenía capacidad de grabar audio digital. Pero así es esto de la mentira. Uno empieza y se pica. LaFleur se despidió de su entrevistadora, volvió la mirada hacia mi y sonrió. La belleza canadiense extendió su mano diciéndole (en inglés, claro): «Monsieur LaFleur, soy fulana de tal y estoy riquísima, y me dijeron que podía concedernos diez minutos para una breve entrevista, aquí está el señor…»

Y de pronto me di cuenta de que ella titubeaba. Obviamente no sólo se había confundido de persona, sino que ni siquiera recordaba el nombre de la persona que realmente tenía que estar haciendo la entrevista. Esta era mi oportunidad…

«Antonio Sempere, Men’s Health»

Nótese que dejé fuera el «Latinoamérica» del título. A mi modo de ver, la sola mención de MH era un cheque en blanco para mis fines criminales, y no me equivoqué. La cara de LaFleur se iluminó, y repitió el nombre de la revista. Comenzó a hablar de lo mucho que le gustaba el título, y de lo bueno que había estado el artículo sobre Mark Messier (otro astro del hockey) de unos meses atrás, y qué se yo qué más. Yo respondí con agradecimiento a sus cumplidos, mientras acercaba la Palm a mi boca y «grababa» la primer pregunta. En cuanto terminé, volví la base de la Palm hacia el amable Guy, quien comenzó a hablar animadamente.

Y entonces mi conciencia empezó a darme de patadas en las espinillas.

Verán, puedo ser muy cínico y muy estúpido, pero tengo un explicable orgullo por mi trabajo. En cuanto comienza una entrevista, uno puede darse cuenta si ésta tiene relevancia e interés o si es una repetición aprendida directamente de un boletín de prensa.

La cosa es que LaFleur resultó de ser un tipo francamente interesante. Mostraba pleno dominio del tema y sabía a la perfección cuál era su rol en esta campaña. Comenzó a hablar de la natural timidez del sexo masculino ante los problemas de índole sexual y cómo esa actitud era notoria hasta en los vestidores de un deporte rudo como el hockey profesional. Elaboró una interesante comparación entre la liberación sexual experimentada en los 70 y la nueva revolución sobre este tema que estaba llegando gracias a medicamentos como Viagra… El tipo me tenía más que sorprendido.

Así que eché mano de una de mis herramientas más fieles: mi memoria. Comencé a establecer patrones de mnemotecnia para recordar frases textuales de mi entrevistado, gestos, cifras, todo aquello que me pudiera permitir la redacción de una entrevista fiel, apegada a la realidad. Lo que comenzó como una estúpida artimaña se estaba tornando en un auténtico logro. Borré de mi mente la idea de que los lectores de Men’s Health Latinoamérica no iban a apreciar una charla con un jugador de hockey, y comencé a urdir una estratagema para presentar esos interesantes puntos de vista en un contexto adecuado.

Cuando me di cuenta, nuestros diez minutos habían concluido. Me despedí de Guy LaFleur deshaciéndome en elogios a su persona, agradeciendo el haberme cedido su valioso tiempo y creo que hasta le eché porras a su corbata y pañuelo. Él estrechó mi mano, me deseó una feliz estancia en Montreal y partió del lugar. Me di vuelta y se me congeló la sangre en las venas: la belleza canadiense me miraba, muy seria. Y me dijo:

«Quiero que me disculpes, no supe cómo pronunciar tu nombre y me congelé. Pero la entrevista fue genial, ¿cierto?»

Cierto. Muy cierto.

No esperé más a mis colegas y a la publirrelacionista. Me lancé hacia los stands montados por los patrocinadores a un lado del auditorio. Ahí encontré aquello que más necesitaba: una libretita de notas y unos bolígrafos, adornados con los logotipos de Perrier. Comencé a garrapatear notas y más notas resumiendo mi reciente charla con Guy LaFleur. ¡Listo! En la noche, en el hotel, transcribí todo y terminé con una magnífica entrevista exclusiva.

El resto del viaje fue genial, ya con muy pocas actividades relacionadas con la convención pero con suficiente tiempo libre para recorrer la hermosa ciudad, hacer algunas compras, degustar magníficas comidas, beber vinos excepcionales y constatar que la belleza canadiense del auditorio tenía muchísima competencia en todos los sitios visitados. Al fin llegó la hora de partir, en una soleada tarde de septiembre. Llegamos al aeropuerto con tiempo suficiente, así que me puse a recorrer la terminal con la idea de comprar una botella de agua y un libro para hacer el vuelo más llevadero.

Y claro, para ir a hacer pipí antes de subir al avión. Con mi trajecito para congresos médicos bien guardado en la maleta, me encontraba vestido informalmente: jeans, un suéter negro y mi chamarra de piel favorita. Me encontraba terminando de desahogar los últimos vestigios de la Guinness ingerida durante el lunch, cuando una figura familiar se ubicó en el urinal del extremo opuesto. No lo podía creer…

ALEX TREBEK

Trebek: El hombre, el mito, la leyenda…

¡Alex Trebek estaba orinando a mi lado!

Trebek es mi ídolo. No sólo es conductor de Jeopardy, mi programa de concursos favorito, sino que además es un tipo naturalmente cool. Tiene un grado de credibilidad geek inusitado. Ha aparecido en una de mis series de TV favoritas (X Files) y en Short Cuts, la película de Robert Altman, interpretándose a sí mismo en ambas. Es interesantísimo en entrevistas, posee una cultura general fuera de serie y durante muchos años lució uno de los mostachos más identificables en los medios. Junto con Rush, Leonard Cohen y William Shatner, es uno de mis canadienses favoritos.

Y estaba orinando a sólo tres urinales de distancia.

Terminé lo mío y procedí a lavarme las manos, lanzando miradas fugaces para intentar asegurarme de que el individuo que orinaba despreocupadamente a mis espaldas (y no «en mis espaldas», idiotas), era, en realidad, Trebek. No tuve que escudriñar mucho. El afamado conductor de TV concluyó su micción y empezó a lavar sus manos meticulosamente. Nuestras miradas se cruzaron en el espejo y me dedicó la clásica sonrisa que dice «Sí, sé que sabes quién soy, y sí, soy yo».

¡Hasta su mostacho es COOL!

En mis tres encuentros con la fama ocurridos durante el viaje había tenido algunos momentos para prepararme, para decir algo apropiado. Pero éste no era la mejor instancia para conocer a uno de mis ídolos. Terminé de lavar mis manos, procedí a secarlas vigorosamente con una toalla de papel y noté que Trebek hacía lo propio. Estaba por dejar los sanitarios, y yo seguía en el pasmo. Al fin me animé a decirle (en inglés, obvio):

«Señor Trebek, sólo quiero decirle que soy fan de su usted y de Jeopardy, y que en este viaje a Montreal conocí a muchos famosos, pero usted es el más cool de todos ellos…»

Trebek sonrió, tiró su toallita de papel usada en el bote de basura, y me respondió:

«Hey, thanks a lot! And may I say, that’s a pretty cool jacket you’re wearing!»

Trebek le echó flores a mi chamarrita. Felicidad pura.

Salió del sanitario, seguramente pensando que había librado con elegancia un posiblemente desagradable encuentro con un auténtico freak.

Pero yo me regresé a México muy contento. Y prometí jamás deshacerme de esa chamarra.

21 comentarios en “El Rey, La Doctora, La Flor y Alex Trebek

  1. No manches!!! Pelé!!!! y el mapa que te aventaste no tiene madre.

    Lo de la entrevista con LeFleur no tuvo madre, yo todavía tengo una palm pilot, que ya no uso, porque siempre se me olvida cargarla. Te fue con madre. Chale no sé por qué me emocioné con la entrevista.

    jajajaja ¿Trebek es el Omar Fierro canadience? jajajajajaja

    Lo de César Nava y Beatríz Paredes no tuvo madre, y sí definitivamente te creo capáz de hacerla reir.

    Me gustó el post, vientos.

  2. Nunca, nunca en mi vida me había topado con una celebridad famosa, ni siquiera por accidente, lo más cercano fue ver a la «Chotis» (una de tantas participantes de Big Brother, quién sabe cuál temporada) en un centro comercial.

  3. La suerte favorece a los osados, sin duda alguna. Mira que deberle tanto al Viagra desde tan joven, jajaja.

    Muy cierto, la fama nacional cualquiera la obtiene. Yo podría llegar a los libros de historia con un poco de esfuerzo y explosivos, y en 350 años me conocerían más que a Vicente Fernández, aunque mi nombre fuera plagado de maldiciones y sucedido por un escupitajo de desprecio.

    Yo no conocía a la sexóloga, sí se ve simpaticona y seguro de joven era el alma de la orgifiesta, y fácilmente me puede recordar a una entrañable madrota de tugurio fino. Lástima que acá no tengamos un equivalente a ella, apenas si llegamos a la «doctora» Elsy Reyes. Y no recuerdo una ocasión en que se haya dicho en tele abierta una palabra como clítoris, mucho menos un consolador. Qué bueno que tiene esa señora tan alta opinión de los Latin Lovers, seguramente en base a experiencia.

    El Rey, con toda su diplomacia y sabedor de que todas las puertas le están abiertas a donde quiera que el deber lo llame, ciertamente conserva en sus años otoñales mucha más dignidad y porte que el buen Elvis, o el otro monarca musical, Jacko el Rey del Pop. Encuentro breve pero que te llenó de distinción, a mi modo de ver. Genial la broma que le jugaste a tu colega.

    El hockey es para mí por demás desconocido, aunque he de recordar que no he visto una película de hockey (ni de football) que se me haga idiota o aburrida, como ha sucedido con películas de soccer, basket, golf y baseball. Hasta las de Disney saben que el chiste de este espectacular deporte es la vertiginosidad y los goles, pero también las madrizas. Y eso nunca está sobrevaluado en una competencia. En cuanto a cómo obtuviste tan peculiar entrevista con el florido astro canadiense, mi Toño, solamente me queda decire: ¡Eres un asno! Jajaja, le has de haber costado el empleo a la ingenua überpompi que te arregló la entrevista.

    De Jeopardy!, nunca he visto la versión gringa y a veces llegué a ver la nacional. Debe ser un gustazo dirigir un programa así, al igual que debe ser un esfuerzo no reirse de los tarados que digan (en forma de pregunta) que el Arca de la Alianza es donde Noé metió parejas de animales para pasar el diluvio. Y además este señor era tu ídolo desde antes de que te asomaras a verle la longitud de la poronga («No por nada los del Viagra lo pasean con tanto orgullo», has de haber pensado mientras espiabas sobre tu hombro), qué incómodo que te haya cachado y que haya comentado sobre la calidad de la chaqueta que te estabas poniendo al verlo. No te juzgaré, en los viajes uno aprovecha para salirse de los senderos del comportamiento habitual. 😉

  4. Una vez más leo tu blog y encuentro una gran historia, nunca he conocido a ninguna celebridad en mi vida, ni siquiera las estrellitas chafas nacionales, lo más cerca que he estado de conocer alguna fue cuando un amigo de mi hermana fue novio de una de las integrantes de un grupillo pop del cual no recuerdo el nombre.

    La verdad es que solo conozcó a Guy LaFleur por su nombre y eso de apenas hace unas semanas por un dude que decía que no le agradaba su apellido LaFleur y otro dude le dijo que compartía apellido con una leyenda del hockey.

    Concuerdo con el gusto por los ojos verdes combinados con cabello negro, aunque en realidad simplemente los ojos verdes se me hace sexies, el verde es mi color favorito despúes de todo.

  5. ¡¡¡El diagrama!!!, no mames con el diagrama xD. Aún recuerdo el comercial, con su remate al final de «habla con tu médico, yo lo haría». Pocas palabras, pero hablaste con el rey y eso es muy meritorio.

    Ah, la buena doctora, la primera vez que la vi hablando de pitos y vaginas si me saqué de onda pero ya después el desmadre de la doctora ayuda un chingo.

    Creo que lo único de hockey que conozco es la peli de los mighty ducks, osea que si estoy bien jodido en el tema y, obviamente, nunca había oido hablar de LaFleur hasta ahora. No se mi toño, pero creo que deberías ir cargando una camara a los eventos que vayas, eso de imaginarse a la super jeva canadiense no es muy lo mio xD. Me pongo de pie con la anécdota de la palm y la entrevista.

    Supongo que la chamarra tiene su propio altar en la casa sempere, o al menos un gancho bien chulo xD.

  6. jajajaja, excelente post, lo de Pele y la broma estuvo poca madre, lo de LaFleur demuestra que se pueden dar las entrevistas mas chingonas en el momento mas extraño e inesperado, algunas otras entrevistas por muy planeadas que sean llegan a ser decepcionantes y soporíferas, muy buen post y saludos.

  7. Pinche Toño, neta que tienes una habilidad para contar historias admirable, no por besarte el trasero pero pinche envidia cabron. Lo leo y es como si estuviera echandome una chela mientras te escuchara platicar la historia, por eso paso todos los dias por tu blog.

    Bueno, ahora si a platicar te tu post. No mames, el encuentro con Pele, mas el diagrama, mas la broma de lo que supuestamente le dijiste no tiene madres, jajajaja alguien tendria los huevos de soltarle ese comentario en su cara? digo, alguien que no sea Argentino, pues. +100 gamer points for estrechar la mano del Rey Pele.

    La Dra. Ruth es la pura botana, yo la vi un monton de veces con Conan O’Brien (quien es la celebridad que a mi me gustaria conocer algun di), y su acento, sus platicas, su naturalidad para hablar de sexo de manera grafica, son inigualables. Que cotorro su comentario y que cagada tu respuesta jajajaja, super!

    Alex Trebek, no mames! el mostacho mas famoso de la historia junto con el de Hitler, Chaplin, Magnun PI y Chuck Norris, en mi opinion. Que cotorro encuentro y definitivamente elegante, como seria de esperarse, en su respuesta hacia tu saludo. Otros +100 gamer points!

    Mis encuentros con la fama se reducen a dos: Con Pedro Fernandez en un vuelo de MTY a CJS, el pelado, hasta eso, buena onda y sencillo, como buen chero, al llegar a Juarez se paro enseguida de mi para recoger su maleta y me salio del alma decirle «Pedro Fernandez! creci viendo tus peliculas.. aunque no soy fan» mientras trataba de evitar soltar una sonrisa demasiado gay, a lo que el solo respondio de vuelta con una sonrisa y asentando la cabeza; tome mi maleta y sali. El segundo fue en el aeropuerto de la Cd. de Mexico, con Luis Felipe Tovar, tambien recogiendo equipaje, ahi si me acerque yo a el para simplemente decirle que su papel interpretando al comandante Elvis Quijano no habia tenido madres y que si le podia tomar una foto con mi novia y su amiga que me acompañaban, el güey solto una sonrisota de oreja a oreja mientras se acomodo para la foto. Eso si, esta bien pinche feo en persona.

    The end.

    • En mi trabajo anterior mi jefe tenia un amigo IGUALITO al Higgins, y asi le decian, por cierto el cuate era todo un personaje y un tremendo huevonazo. Pues lo ultimo que recuerdo de Tom Selleck fue en Friends.

  8. Jajajaja este es de los post que mas me han agradado.

    La verdad, a mi nunca me ah tocado toparme con alguna celebridad, ni siquiera a los «artistitas» de televisa

  9. pues yo e visto apele de cerca. muy accesible y siempre amisma frase q mexico le trae muchos recuerdos,
    pues por estar siempre en la zona rosa te topas con bastante gente famosa y despues ya ni las pelas te acostumbras pues ,

    yo la 1 persona famosa q conoci fu a ARTON SENNA DA SILVA (era yo un pqno rapasuelo) y nos regalo gorra, playerita y empaques de cigarros sin cigarros (john player special) y hasta balon uniroyal, de tener consiencia quien era el hubiera guardado la gorra y la playera

    conoci a hugo sanches pq vive en la misma colonia q yo.

    la ultima personalidad q conoci y me emocione fue JO RAMIREZ, el es el mexicano mas ganador en formula1 amigo personal de los rodriguez, el es una leyenda en la formula1 , el fue manajer de mclaren y le toco lidiar con airton senna y alain prost, (para q se hagan una idea los pamboleros es como si fuera dt franz bekenbauer y en la delantera pele, hugo y maradona )ese dia casi llore me emocione a lo maximo lo vi hace como 8 meses y me dice q ya no te emociona saludarme

    llorare el dia q conosca a michael schumacher

  10. Jajaja que buen viaje Toño! Es maravilloso cuando las cosas salen tan bien solitas solitas.

    Yo estudie relaciones internacionales luego trabajé muchos años en el gobierno en temas internacionales y acabé con la camiseta de México puesta las 24 hrs. por eso ME ENCANTO que habiendo tenido a Pelé enfrente y con los nervios y la emoción lo que se te ocurrió decirle fue: «nos tienes abandonados en México» eso es netísimo, mucho más valioso que decir: soy tu fansssss.

    También me encantó el comentario de la ojoverde de «no supe pronunciar tu apellido» esta buenisimo para aplicarlo siempre que uno no se acuerde del nombre del interlocutor.

    Sobre LaFleur, lo siento, pero una vez que Sawyer (LOST, pues cuál otro Sawyer) usó ese nombre ya no lo puedo leer sin que la mete se vaya por la libre.

    • Sobre LaFleur, lo siento, pero una vez que Sawyer (LOST, pues cuál otro Sawyer) usó ese nombre ya no lo puedo leer sin que la mete se vaya por la libre. <—– Me too

  11. TOÑO, todo muy bien, lástima que tengas que mentir para tu post.
    Ahora resulta que fuiste invitado al congreso por tus labores editoriales, cuando realmente has de haber ido para encontrar en el viagra la solución a tus problemas.
    JA!!!

    Yo también soy bien fanssss de Jeopardy y de ALEX (si es programa para nerds, pero me late)

    Yo he tenido algunos acercamientos con celebridades… no muchos pero sí algunos. pero la neta no sé si es más hueva o pena por las que sólo me quedo como el chinito… MILANDO, y podría decir que ha sido más la pena por la que no lo he hecho.

    Durante mis 3 años que me tocó vivir en Nueva York me encontré a Sarah Jessica Parker, Liv Tyler (comiendo a unas 2 mesas de separación que la mía), Steve Martin (en pleno brunch), al elenco de Law & order SVU (porque filmaron un capítulo en el edificio donde está la agencia de publicidad para la cual yo trabajaba) y ya. Pero nunca me acerqué ni siquiera a pedir el «autógrafo del recuerdo» que se me hacer renaco. Al único que le dirigí unas palabras fue a DEION SANDERS «primetime» corner de san francisco y de los MIGHTY DALLAS COWBOYS!!!… Iba enfundado en un abrigo de piel (el frio ese día en NY estaba de NO MAMAR) y a pesar de que me sacaba como 2 metros de altura, sólo pude saludarlo y decirle que era UNO de los mejores defensive backs de la historia…
    mi error fue decir UNO y no EL MEJOR… creo que por eso sólo dijo GRACIAS, y se dió la vuelta.

    Dentro del ámbito laboral, ser publicista te puede llevar a conocer celebridades si es que el comercial así lo requiere. Conocí a Gabriel Soto (no es que sea algo de que presumir) que resultó buen tipo y llevó a la filmación a su vieja MARTHA JULIA que si está bien sabritas. Me tocó intercambiar un hola y un adiós con BARBARA MORI cuando hizo su campaña de Pantene (y hasta las piernitas me temblaron) y también con MONSERRAT OLIVIER para la misma campaña (claro que como no era la marca que yo llevaba por eso sólo fueron hola y adioses y no pláticas enteras). Tuve la suerte de filmar un comercial para Camay con ANITA SERRADILLA, antes de que se hiciera famosa actriz de telenovelas pero resultó algo mamila,, hasta eso…

  12. Curiosamente, hoy que me sente en el trono, y ya aburrido de las mismas lecturas de siempre, me fui hasta abajo de la montaña de revistas que tengo ahi y saque una MH de diciembre de 2002. Al ver tu carta editorial, me acorde de ti y como si supiera que en esa revista estaba la entrevista , la busque inmediatamente. Y la encontre. Curiosamente , si no hubieses escrito este post o hubiera encontrado esta revista hace una semana no le habria puesto atencion, pero al leerla no me quedo mas que esbozar una sonrisa (mientras pujaba)

Deja un comentario