De musiquita y otras cosas…

El día ha estado movidito, así que decidí echar mano de una listilla para el post de hoy. Aprovechando la inspiración de Cabri y de UltraVPsycho en sus respectivos posts, decidí hacer un pequeño recorrido por mis “primeros” en materia musical. ¡Compartan los suyos!

Primer disco infantil que disfruté enormemente: Sinfonía Inconclusa en La Mar – Piero. Cri-Cri fue primero, claro, pero este disco del cantautor argentino es genial. Acabé comprándolo en CD ya de grande, y mi hija hoy lo disfruta como yo.

Primer disco que me compraron mis papás para que dejara de xoderles las 24 horas del día: Led Zeppelin III – Led Zeppelin. Ahora me entra un reflejo pavloviano cada vez que suenan las primeras notas de Immigrant Song.

Primer disco que me compré con mi propio dinero: Moving Pictures – Rush. Estuve haciendo chambitas inútiles en la casa y cobrando un pesito aquí y dos allá, pero eventualmente me compré el dichoso LP (“¡Cuéntanos más, Abuelo Toño!”) que vivió en mi tornamesa durante meses.

Primer disco que me hizo sentir enormemente culpable: OST: You Can’t Stop The Music – Village People. Sí, le pedí a mis papás que me lo compraran en pleno declive de la música disco. El otro día vi, al fin, la película de donde salió esta aberración. Digamos que hubiera sido mejor perder simultáneamente los sentidos de la vista y el oído, justo el día en que anunciasen un alza del 200% al precio de vinos y licores.

Primer disco que me regalaron: Revolver- The Beatles. Dejaré de lado los obvios discos infantiles, pues esos fueron obsequiados con demasiada frecuencia. Pero el primer LP que me hizo sentir emoción al recibir como obsequio fue esta joya del cuarteto de Liverpool. Recuerdo que intentaba copiar el dibujo de la portada, con desastrosos resultados. Y que Eleanor Rigby sonaba más triste que un perro de azotea.

Primera canción que me aprendí de memoria: Somebody To Love – Queen. Todavía la canto a voz en cuello cuando pasa en el radio. Sí, con falsetto y todo… Lo más gracioso de todo esto es que a nadie nos pasaba por la cabeza que las teatrales influencias de Freddie Mercury pudieran tener algo que ver con el hecho de que «le gustaba el soufflé de guayaba». Mi papá vio tres segundos de Mercury en un video y preguntó de inmediato: «¿Qué ese guey no es maricón?» La respuesta de sus hijos: «¡Cómo crees, apá! Si tiene bigote y todo.» ¡Ah, el candor de la infancia!

Primer disco que memoricé por completo: The Dark Side Of The Moon – Pink Floyd. No entendía casi nada de lo que hablaban, pero hallar este disco entre el acervo musical de uno de mis tíos cambió mi vida. Por suerte, ya que mis influencias musicales por parte de padre y madre se circunscribían a boleros, El Puma, Julio Iglesias, Mocedades y discos de Los Churumbeles de España con Juan Legido.

Primer disco robado: Outlandos D’Amour – The Police. Un tío llevó un altero de LPs a mi casa para escucharlos en el impresionante estéreo que mi papá (para quien la música siempre ha sido un entretenimiento MUY ocasional) acababa de comprarse. Aprovechando la abundancia de material y la confusión del momento, sustraje hábilmente la ópera prima de Sting, Copeland y Summers. Mi tío creyó que lo extravió en una fiesta, el muy borracho. No me juzgen, por favor.

Primer disco que tuve que reponer por exceso de uso: Back In Black – AC/DC. Así es, chiquitines: en los años previos al rayo láser, los discos de vinil eventualmente se desgastaban por tanto uso. Y mi negrísimo LP pasó tantas veces por la aguja que acabó agarrando un color gris clarito y un sonido espantoso, como si Brian Johnson estuviese comiendo Sabritones al cantar.

Primer disco que me ganó la reprobación de mis padres: Killers – Iron Maiden. Desde esa vez aprendí la dura lección: si quería seguir llenando mi corazón y oídos con METAAAAL, tendría  que hacerlo a escondidas de mis persignados padres. «Ve nada más esa portada. ¿Porqué tienes que escuchar esa música… que ni música es… puro lamentos de  viciosos y drogadictos», increpaba mi mamá. Y la inocente escuchando a José José… ¡UP THE IRONS!

Primer canción que me hizo llorar: Nobody Home – Pink Floyd. Sí, es melancólica y depresiva como el caraxo. Y sigue siendo una de las cosas más hermosas que jamás se hayan compuesto. Todavía se asoma la lagrimita al final del primer «There’s still nobody home…» en la voz nasal de Roger Waters.

Primer cassette: Glass Houses – Billy Joel. Lo adquirí en un viaje a Valle de Bravo. La única música que escuchábamos en el estéreo de la camioneta paterna ya me tenía harto, pero me encontré este en la veintiúnica tienda del pueblo que vendía cassettes. Una grabadora se comió la cinta como diez años más tarde.

Primer cassette robado: Rumours – Fleetwood Mac. Le pido disculpas al hermano de mi amigo Javier. Ya no me acuerdo de su apellido, claro. Reitero, no me juzguen. Los audiocassettes eran tan fáciles de hurtar gracias a sus reducidas dimensiones que el verdadero crimen era no robárselos.

Primer CD: Signals – Rush. Una de mis primeras bandas favoritas, así que elegí el Signals para estrenar mi primer estéreo con Compact Disc… allá por 1987. Era un Fisher bastante chafa en cuanto a funciones, pero tenía una calidad de audio superior a la de un Sony que vendían en el mismo changarro (de Pericoapa, por cierto). Y tenía reproductor de compact disc, que era el equivalente tecnológico de la época a tener una máquina inductora de sueños como la de Inception. No tuve un sólo CD durante los primeros 8 meses después de adquirir el estéreo, pero mi hermano y yo nos entreteníamos como idiota abriendo y cerrando su charolita…

Primer CD robado: Flashpoint – Rolling Stones. Fui a hacer una chamba de locución a un estudio, y me dejaron demasiado tiempo planteado en la audioteca en lo que salía mi cheque. Encontré la versión japonesa de este gran concierto mientras husmeaba entre los CDs, y como estaba descontinuado ya en EEUU no resistí la tentación de sumarlo a mi colección. OK, júzguenme. La verdad debo sufrir de cleptomanía musical, o algo…

Primera canción que bajé por internet: Starfleet – Brian May & Friends. El guitarrista de Queen alternando solos de guitarra con Eddie Van Halen. ¿Necesito decir más? La primer rola que busqué en Napster, en la infancia del formato MP3. Se tardó en bajar como 32 minutos en la conexión de la oficina.

Primer CD que compré por internet: Strange Frontier – Roger Taylor. Así es, Finísimos, pasé por una etapa completista en lo respectivo a la música de Queen y los proyectos solistas de sus integrantes. En 1996 hallé una tienda llamada CD Now que logró rastrear esta rareza, cortesía del baterista. CD Now fue eventualmente absorbida por Amazon, por cierto.

Primer concierto de un grupo grande: Scorpions, Toronto, Canadá, 1984. Tuve la suerte de ir a un campamento de verano en la tierra del maple en ese año. Los chavos a cargo de cuidarnos eran bien roquerotes, y pronto me los eché en la bolsa intercambiando cassettes (grabados por mi, claro) con ellos. Me consiguieron un boleto para el espectacular toquín y me llevaron de contrabando a ver a los alemanes en vivo, en la gira del Love At First Sting. Algún día “podcastearé” mi aventurilla adolescente…

Primer concierto en México: Billy Joel, 1991. En el Palacio de los Deportes, por supuesto. Apenas uno de los primeros toquines de artistas de talla internacional que nos tocó ver, después de una larguísima sequía gracias a Echeverría y López Portillo. ¡Sigan votando por el PRI, idiotas!

Primer banda con la que me obsesioné: Marillion. Ya era clavado de muchas bandas y artistas, todos mencionados anteriormente. Pero los primeros que me movieron el tapete al punto de comprar todos los CDs, rarezas en vinil, foto discos, calcomanías, libros, biografías, videos, revistas, playeras, pósters y de inscribirme por correo al club de fans fueron los progreroqueros lidereados por Fish. Gratos recuerdos, sin duda alguna…

Primera banda en la que me chuté toda una quincena: The Smiths. Tenía sus acetatos y cassettes, claro. Pero en 1990, tras ligar una chambita en Televisa (y no de actor de telenovela, antes de que salgan con su chiste pendexo) abrí el sobrecito con mi pago de los primeros 15 días dentro del Mixup de Centro Coyoacán… Y procedí a quedarme sin un centavo adquiriendo toda la discografía de los mancunianos en CD. Hasta me alcanzó para el Viva Hate, de Morrissey, por cierto. Fui pobre los siguientes 15 días, pero no me arrepiento de nada.

Esta historia continuará… por siempre, sospecho.