Es Otra Tonta Reseña de Avatar

No se apuren, Finísimos Lectores. No voy a dedicarme de ahora en adelante a escribir reseñas estúpidas de películas del momento. Mi estupidez es mucho más prolífica y versátil como para limitarla en un género, quiero creer. Pero la verdad es que me gusta comentar acerca de eventos de impacto en la cultura popular a gran escala. Y como me es muy difícil hacer chistoretes pendexos sobre la muerte de “El Barbas” Beltrán Leyva, pues ni modo, hay que hablar de Avatar…

Hace unos meses, en la versión anterior de Paiki, comenté que sentía cierta ambivalencia hacia el regreso fílmico de James Cameron, principalmente porque a todas luces me habían contado la historia entera de la película en el teaser trailer.  No tengo copia de ese post, pero creo haber resumido la trama completa de manera muy cercana a lo que fue el producto final. Cuando uno mismo se sabotea las expectativas de esa forma, es un poco como remar contra la corriente, y realmente tenemos que presenciar algo fuera de serie para salir de nuestro cinismo y reconocer los méritos de la obra terminada.

Dicho sea lo anterior, evité a toda costa las reseñas de mis críticos de cine favoritos, gente cuyas opiniones respeto en gran medida y que pueden animarme (o desanimarme) aún más antes de ver por mi mismo la película en cuestión. Vamos, hasta me evité los spoilers habituales de mis cuatitos. El pobre Macho Cabrio, por ejemplo, tuvo que soplarse la muvi doblada al español. Sí, la vida es dura.

Así, con entusiasmo moderado, me apersoné en el Cinépolis TepiSur, armado con un boleto de cortesía que cayó fortuitamente en mis manos por comprar Viag… eh… aspirinas hace un par de días, cuando abrieron una nueva macrofarmacia cerca de casa.

Llegué justo a tiempo para la primera función en IMAX 3D, que fue la única recomendación que me permití seguir de parte de Roger Ebert (me salté el resto de su crítica, para no dejarme influenciar). Después de los obligados anuncios insoportables y cortos inexplicablemente doblados al español (Alicia en el País de las Maravillas, que tampoco me está moviendo mucho el tapete, que digamos), me enfrenté a Avatar.

En "Roberto Palazuelo's Avatar", los Na'Vi son color bronceadito.

O mejor dicho, a “James Cameron’s Avatar”. ¡FIIIIU! ¡Menos mal que aclararon! Me hubiera arruinado el día si me hubiera metido a ver “Michael Bay’s Avatar”. O “Fernando Sariñana’s Avatar”. Ya establecido que estaba viendo la peli del director correcto, quedé más puesto que la Brugada para el hueso.

[ADVERTENCIA OBLIGADA: No soy un crítico de cine serio. Soy un simple villamelón más que paga por ver se mete a ver con un pase de cortesía adquirido en una farmacia aquellas películas que le llaman la atención (y algunas que no), para después poder opinar al respecto con una mera semblanza de fundamentos. Si quieren leer a un crítico serio, están en el lugar equivocado. Y puede haber algunos spoilers, pero nunca mayores a los que ya spoilereó el estudio mismo cuando empezaron a sacar sus trailers más explícitos. Quedan advertidos…]

[ADVERTENCIA NÚMERO DOS: Tampoco voy a hacer un play-by-play de la película como en mis reseñas de Twilight. Eso es una auténtica vendetta contra la mediocre autora de los libros y sus subsecuentes abortos fílmicos. Es personal, vamos. En esta ocasión hablaré de puntos específicos que me llamaron la atención. Quedan advertidos, nuevamente…]

[OTRA ADVERTENCIA: El Anillo Periférico Sur presenta carga vehicular en ambos carriles, más la carga vehicular que ya tenía arriba y abajo. Esto no es nada raro, pero quería compartirlo con ustedes pues me siento mejor ciudadano cuando comento el tránsito vehicular del De Efe con sus mercedes. O con sus seats, renoles y vochos. O con sus microbuses, si están súper xodidos en materia automotriz. Quedan advertcétera…]

Bueno, el rollo es que James Cameron nos mete de golpe y porrazo en la atmósfera de Pandora, una de las lunas habitables que circundan otro planeta de dimensiones Carstenescas, situado a 3 años y 8 meses de distancia del planeta Tierra, como yéndose por la autopista. Nuestro narrador es Jake Sully, un marine que perdió el uso de las piernas peleando contra unos Terminators (creo). Su hermano gemelo idéntico acaba de morir en un atraco, así que Jake toma su lugar en el importante proyecto que le lleva a encontrar una nueva oportunidad de vida en el planeta distante.

Resulta que Pandora, el planeta destino, está lleno de un mineral tan encabronadamente raro y difícil de obtener que las mentes científicas más brillantes de la Tierra sólo pudieron bautizarlo con el estupidérrimo nombre de Unobtainium. El Empresario Malo a cargo de la operación minera (Giovanni Ribisi) nos revela que la dichosa sustancia vale 20 millones de dólares por libra, que con el ajuste inflacionario para el futuro distante deben ser como 1800 pesos el kilo, o sea casi casi a la par de las angulas. Y no sabemos bien para que sirve, pero el caso es que esencial para la supervivencia de la especie humana. En esto sí no se parece mucho a las angulas, que si bien son deliciosas como botana, siempre pueden substituirse con una latita de ostiones ahumados, mejillones o incluso charalitos con salsa Valentina. O de plano comprar angulas de surimi, que se parecen bastante.

Claro, todo está en contra de los humanos a la hora de ayudarnos a extraer el dichoso Unobtainium: la atmósfera no es respirable por nuestros pulmoncitos acostumbrados al oxígeno y a las emisiones de Magna Premium. La flora y la fauna nos puede dar en toda la mami con animales que van desde extraños rinocerontes gigantes con cabezas de tiburón martillo hasta dragones voladores decorados como aparador de Benetton. Y de postre, la especie dominante (los famosos Na’Vi) son unos gatos azules que miden como cuatro metros y disparan flechas envenenadas.

El inválido Jake Sully (Sam Worthington) y su Avatar en salmuera.

Como la especia humana no tiene tiempo de buscar un planeta habitado por criaturas de malvavisco donde el Unobtainium se obtenga de forma más facilita, el plan es obvio: sugerirle a los Na’Vi que se muden de su principal aldea (un árbol descomunal que está situado encima del yacimiento más grande del codiciado mineral), o los mudamos a punta de plomo. Para animarlos a la mudanza, la ominosa empresa ha comisionado a un grupo de científicos para desarrollar Avatares: formas físicas elaboradas con ADN humano y Na’Vi cuyas consciencias son “habitadas” por humanos conectados remotamente a los cuerpos en cuestión (como en The Matrix, máomeno). Uno de los científicos destinados a uno de estos Avatares era el difuntito hermano de Jake, así que él toma su lugar en la misión bajo la promesa de que eventualmente lo van a operar para devolverle el uso de sus piernas.

Es obvio que la misión tiene intereses encontrados: por un lado están los intereses legítimamente científicos de la persona a cargo de los Avatares, la Dra. Grace (Sigourney Weaver), quien quiere aprender de los nativos, entrar en comunión con la naturaleza y salvar a las ballenas. Por el otro, El Empresario Malo y su jefe de seguridad (el tres veces rudo Coronel Quaritch, interpretado por Stephen Lang) representan la ambición depredadora y anti-ecologista del género humano, cuyo rol en la película es el de obtener lo que vinieron a buscar sin importarles tres chiles toreados las posibles consecuencias para el entorno y sus criaturas.

Después de este punto la película se pone bien Danza con Lobos (Danza con Na’Vis, dije en Twitter) y el marine Jake Sully entra en contacto con los habitantes de Pandora, se juega la vida cada vez que se encuentra un bicho, es salvado de la muerte por una Na’Vi sabrosa llamada Neytiri (Zoe Saldana), es visto con recelo por el guerrero alfa de la tribu, pretende jugar para ambos bandos humanos (científicos buenos contra empresarios y militares malos) mientras aprende las costumbres de los gatotes azules gigantes y se involucra en algunas de las secuencias computarizadas más ambiciosas en la historia del cine.

"Entonces te paras al frente de la nave espacial y gritas: 'I'm the King of Pandoraaaa! Whooo!''... ¿Entendiste?"

Reitero, nada de lo anterior resulta nuevo si vieron al menos una vez los cortos de Avatar. La historia no ha sido el fuerte de James Cameron desde The Abyss, al menos (Terminator 2 y Titanic no fueron espectaculares precisamente por sus guiones, sino por la ejecución). Hay algunos personajes humanos buenos además del inválido y la doctora (tres, para ser exactos), pero nunca van más allá de las clásicas caricaturas estereotípicas que existen tan sólo para patiñear al héroe. Y los Na’Vi son básicamente apaches o mayas o masais o alguna tribu similarmente identificada con motivos chamanísticos y espiritualmente comprometidos con la tierra (me acordé de Final Fantasy VII y su rollo con el Lifestream), por lo que estamos predispuestos desde el inicio a inclinarnos por ellos en todas las bifurcaciones morales de la historia, sin dar una sola mirada de empatía hacia los posibles móviles de los humanos para ser tan drásticos al apropiarse de los recursos de este planeta.

No obstante lo anterior, Avatar será la experiencia 3D mejor lograda en el cine que hayan podido presenciar, garantizado. Este no es un recurso barato para hacer que el público esquive objetos imaginarios que le saltan a la cara cada veinte segundos. La intención de Cameron es puramente la inmersión total del espectador en este mundo lleno de colores psicodélicos, cuyo diseño artístico nos sugiere claramente que este güey se fumaba sus churros adolescentes rodeado de esos pósters que brillaban “bien loco” cuando se les exponía a una lámpara de luz negra. Nada más le faltó un soundtrack con rolas comercialotas de Bob Marley y The Grateful Dead para completar el efecto…

Las secuencias de acción y las madrizas están perfectamente elaboradas y no resultan confusas (como las del imbécil de Michael Bay), así que hay que reconocerle también la calidad a James Cameron en este renglón. Y también les quiero decir que sabe aprovechar cada centímetro de la pantalla IMAX, pues todos los encuadres y secuencias tienen detalles de acción en cada uno de los planos donde podemos enfocar la mirada, para descubrir un mundo planeado a un nivel de detalle inusitado.

Pero lo cierto es que a la peli le falta corazón. No van a salir desilusionados de la sala, pues sí hay mucho que ver y la historia avanza siempre a buen ritmo, pero tampoco creo que Avatar tenga una de esas tramas que nos dan para comentar y fanboyear durante años y décadas subsecuentes, al estilo de los mejores momentos de otras sagas grandes de ficción. Sí vamos a sentir simpatía por los Na’Vi, quienes tienen una conexión tanto espiritual como física con el planeta mismo. También sentiremos un poquito de vergüenza por ser tan destructivos como seres humanos. Y quizá experimentaremos algo de curiosidad por ver hacia dónde puede llevarse este universo si Cameron decide convertir a Avatar en una auténtica franquicia con las consabidas secuelas. Pero creo que hasta ahí llegará la cosa. Pandora es un mundo sumamente espectacular, más no le veo el potencial a escala Star Wars. Para serlo le faltaría, por principio de cuentas, un personaje que para efectos de explicación rápida denominaré como un “Han Solo”: alguien cuya ambigüedad moral nos permite conectar con la trama a nivel de identificación realista, y no por el simple de hecho de que nos han repetido hasta el cansancio que hay que alinearnos con «los buenos», porque «los malos» nada más están dándole en la madre a todo lo que se les pone enfrente.

"THIS! IS! PANDORAAA!!!"

Otro detalle interesante es el avance logrado con el CGI y los personajes virtuales, que debe gran parte de su éxito a lidiar con seres completamente imaginarios desde un principio. Esto significa que aquí no vamos a encontrar los humanos acartonados de Beowulf, por ejemplo. Los que estén familiarizados con la hipótesis robótica del “valle inquietante” (Uncanny Valley en el vocablo original gringo) podrán afirmar que estos bichos computarizados tienen un rasgo de emociones reconocible, detallado y hasta simpaticón, cuyo mérito va para todo el trabajo que Cameron ha invertido al lado de WETA Digital (de Peter Jackson), quienes se habían acercado muchísimo a la perfección con el Gollum de El Señor de los Anillos. Todavía se escapa uno que otro movimiento que nos saca un poquito del mood realista para meternos de vuelta en un ambiente onda Halo 3, pero aún así estamos viendo un gran paso adelante en materia tecnológica.

Ahora bien, para todos aquellos que están rumorando sobre la magnífica recepción del público y la crítica hacia Avatar y sus enormes posibilidades de arrasar con los Oscares de la próxima entrega: hagan una pausa. Respiren. Y vuelvan la mirada hacia Titanic, del mismo director. Sí, contaba con todos los méritos técnicos del mundo. Sí, fue inspirador su éxito después de los negros augurios que le deparaba una producción costosísima y accidentada. Pero viéndola a la distancia, es una de las pelis galardonadas que menos merecedora parece de sus múltiples premios (junto con la de Cheikspir In Lov). El hype de Avatar va a estar a todo vapor en las próximas semanas, pero creo que debemos considerarla tan sólo una magnífica película de ciencia ficción. Y eso no está nada mal. Pero no cambia el orden natural del género, como lo hizo recientemente District 9 (Sector 9). Tampoco reimagina un estándar mediante la reverencia a una franquicia preexistente, como la Star Trek de J.J. Abrahams.

El Na'Vi de la izquierda está a punto de gritar "¡MUCHA ROOOPAAA!"

Y tampoco supera a Aliens, que a 23 años de distancia sigue siendo la cinta donde Cameron cimentó una gran variedad de reglas con las que el sci-fi ha estado jugando en todos los frentes, y que aquí reutiliza con mayores recursos técnicos a la mano. Hay space marines, como en Aliens. Hay naves turbohelicoidales muy fregonas, como en Aliens. Hay un apparatchik corporativo maligno, como en Aliens. Hay una madriza entre un humano metido en un exoesqueleto robótico y un bicho, como en Aliens. Hay una Ripley como en Aliens, pero ahora se llama Grace y no es la figura principal. Hay una Vázquez como en Aliens, pero ahora se llama Chacón y es ligeramente más femenina que su predecesora. En fin, hay muchos de los patrones familiares, pero no hay nada que nos obligue a aprender una nueva nomenclatura para esta clase de cine.

Abba 'tards...

En esencia, vale la pena verse, admirarse y disfrutarse. Y va a dejar un sello indeleble en la taquilla, como lo ha dejado con la mayoría de la crítica. Pero si creían que los geeks que hablan en Klingon, en Élfico o en el cuasidisléxico idioma de Yoda iban a añadir el dialecto Na’Vi a su repertorio, creo que estaríamos exagerando. Un gran amigo twitteó afirmando que Avatar le entretuvo mucho, pero que no le va a cambiar la vida a nadie que la vea. Lástima, porque Cameron al menos sigue haciendo encomiables esfuerzos por legitimizar al género tras la juguetil visión de George Lucas, pero reconozco que me hizo pasar casi tres horas bastante entretenidas. Y tomando en cuenta mi escepticismo inicial, todavía tiene más mérito. Véanla.

Avatar, Legendary Difficulty...