FINÍSIMAS VISITAS: Macho Cabrío (y duelo de reseñas de KICK-ASS)

Toño Dixit: En Finísima Persona es costumbre reseñar películas con el fin de hacerlas pedazos o de preguntarnos porqué son de súbito tan populares. Pero hace poco pude ver Kick-Ass, y la verdad me motivó lo suficiente como para reflexionar acerca de lo maravillosa que puede ser la experiencia cinematográfica cuando se anima a tomar ciertos riesgos. Aquí va , pues, mi reseña… seguida de cerca por una Finísima Visita: el mismísimo Macho Cabrío,  quien accedió a salir brevemente de su retiro bloggero para ofrecernos su siempre interesante perspectiva al respecto de esta gran muvi.

Claro, Macho Cabrío no siempre ha tenido este nombre, al menos para mi. Yo le asigné rápidamente el mote de Dr. Dre cuando le conocí allá por principios de la década, cuando el pobre iluso ponía carita de apañado mientras trabajaba en la revista Eres. Sin embargo, el estimadísimo Lic. Ruy Xoconostle descubrió en él un potencial para transformar el desmadre en contenidos de calidad, y pronto llegó a Maxim. Después llegó su identidad cabresta durante la época de Toque de Queda, su consolidación en la blogósfera con Paiki y sus esquizofrénicos periodos de creatividad y semi retiro alternados.

Pero el bottom line, como dicen los mercadólogos y otras bestias, es que a mi me entretiene sobremanera la forma de pensar de este multitalentoso esperpento. Iré más lejos que el entretenimiento, incluso: me fascina leerlo. Siempre me gusta estimar el valor del trabajo que hacen las personas a quienes considero mis amigos de la siguiente manera: ¿consumirías lo que genera este cabrón si no fuera tu cuate? La respuesta en este caso es un «SÍ» rotundo. Intercambiar pendejadas por Twitter con él me alegra el día, conversar sobre cine, música o videojuegos me deja siempre con un enorme aprendizaje, y escuchar sus aventuras y proezas ahora que me enrolaron para producir el Paikast es francamente refrescante, porque me demuestra que todavía hay en el mundo güeyes que son capaces de encontrar un ángulo original en todo lo que les rodea. Así pues, en una muy demorada invitación a Finísima Persona (my bad, Dre!), les dejo en presencia de grandeza…

Este cabrón rige...

MASACRE ENMASCARADA: Kick-Ass, por El Artista Anteriormente Conocido Como Macho Cabrio

La diferencia ente realidad y ficción. Esa línea invisible que tantos debates ha provocado en foros, juzgados y escritos. Una postura dice que estamos tan acostumbrados a la violencia ficticia que nos hemos hecho insensibles a la real.

Una noche salía yo del metro Chilpancingo justo un par de minutos después de ocurrido un asalto en uno de los bancos aledaños. No me tocó presenciar los balazos, pero sí pude ver las gotas de sangre en el piso. La sangre real no luce tan espectacular como la de las películas, pero es inevitable que nos demos cuenta de lo que significa. Es inconfundible como lo es el sonido de la explosión vacía de una bala a unos cuantos metros de nosotros. Aunque a veces dudamos, sabemos bien cómo suena un balazo real y cómo luce la sangre.

Kick-Ass es una película de superhéroes en la que la ficción y la realidad se besan constantemente para nuestro deleite morboso. Hay momentos en los que la violencia parece salida de un video viral y otros en los que los Wachowski se quedarían ‘WTF did we just see?’. Todo, a mi parecer, apunta en una dirección que queda muy clara desde el inicio: ¿por qué en la realidad nadie quiere ser superhéroe pero sí existen los supervillanos? ¿Es imposible vencer a todos esos que tienen secuestrada nuestra realidad? Es un problema muy parecido a las cabezas de la Hidra: cortas una y salen cien más.

Recientemente me enteré del asesinato del conocido de una amiga. El caso fue una verdadera chingadera, con nota roja y todo. Enterarme me arruinó la semana, sobre todo porque las circunstancias fueron salvajes y cobardes. Mientras veía Kick-Ass recordé la sensación que me produjo la noticia y quise respirar un poco y refugiarme en el sentido de justicia que nos ofrece la ficción. Especialmente e-s-t-a película.

¿De qué va? (amo esa frase) Nada del otro mundo: Dave Lizewski es el tipo promedio ‘realmente promedio’. No es übergeek, no es deportista, no es bueno en las materias… Insulso. Aquel que fue contigo a la escuela y jamás recuerdas hasta que tu madre saca las fotografías. A él es a quien se le prende el foco y lanza la pregunta: “¿Cómo es que, con tantos fanáticos del cómic, a nadie se le ha ocurrido ser un superhéroe?” No importa si ganan la batalla o no; debe existir alguien lo suficientemente obsesionado como para colocarse un disfraz y salir a la calle a combatir el crimen. En la realidad hay gente así, los llamados ‘vigilantes’. Más en la onda Taxi Driver que al estilo Kick-Ass, pero los hay. Desgraciadamente no son una fuerza social muy apoyada. En el camino conoce a su chica ideal, aprende mucho sobre su pobre resistencia física y se enfrenta cara a cara con dos personajes dedicados realmente a erradicar al crimen organizado: Big Daddy y Hit Girl, un padre y su hija en busca de venganza. La débil personalidad de Lizewski engendra problemas para todos aquellos con quienes se cruza, y es ahí donde la película se hace grandiosa.

Big Daddy: Toda semejanza con Batman es meramente intencional.

Matthew Vaughn, director de Layer Cake y StarDust (no la vi, perdón) y de la próxima (hooray!) X-Men, es el cabroncito que realizó Kick-Ass sin tener distribuidora enganchada –además de esa enorme decisión, es el esposo de esta überjeva, admirarlo debemos. Al terminar Kick-Ass tenía a todas las majors comiendo de su mano, porque el potencial de su película era enorme.

¿Qué esperar de ella? La misma emoción que sintieron con Zombieland, aunque aquí hay cosas mucho más oscuras meneando la cola debajo de toda la comedia y las toneladas de referencias a muchas vertientes de la cultura pop. Y la encarnación de Chloe Moretz (quien ya nos había robado la atención en 500 Days of Summer) como Hit-Girl se convertirá en una de las interpretaciones infantiles más aplaudidas de esta década. Su modo de despachar villanos deja a Neo, Jackie Chan y Angelina Jolie en esas películas en las que parece esqueleto rojos de vergüenza. Hit-Girl está mucho más cerca de Bruce Lee que cualquier otro justiciero del cine en las últimas tres décadas.

Habrá mucha gente que tenga problemas con este personaje. Es una niña de 11 años que recibe palizas capaces de sacar lágrimas a cualquier luchador, pero ella avanza sin clemencia, destruyendo las vidas de sus enemigos sin mostrar el menor sentimiento. No es fácil digerir algo así. Pero es un placer muy bizarro contemplar a una persona tan inocente y al mismo tiempo robótica impartir una clase de justicia que muchos ansiamos en esta época.

El viernes se estrena y yo no puedo esperar para dejarme llevar de nuevo por ella.

Hit Girl: Stallone se dará de topes por no haberla incluido en "The Expendables"

Kick-Ass, por Toño

Lo lógico hubiera sido salir mentando madres de la sala, cuestionando cómo alguien pudo atreverse a mostrar una escena donde un padre le mete un plomazo a su hija de once años con la idea de que se acostumbre a recibir disparos a quemarropa al vestir un chaleco antibalas. Sin embargo, ese balazo sólo constituye la prueba inicial del inmenso amor que papá Big Daddy (Nicolas Cage) le demuestra a su prodigiosa hija, Hit Girl (Chloe Moretz). Y es en este instante, donde la lógica se hace pedazos, cuando uno comienza realmente a disfrutar Kick-Ass por lo que es: una adaptación tan fiel del cómic que nos hace olvidarnos brevemente de los convencionalismos morales y nos transporta a un punto donde los súper héroes existen en la vida real… aunque no posean ninguna clase de poder sobrehumano.

Sí, la peli se llama Kick-Ass, y hay que decir que el personaje titular (Aaron Johnson) hace un papel más que decoroso para justificar su protagonismo. Kick-Ass es patético, risible, noble, débil, admirable, ingenuo, auténtico, inepto y, llegada la hora de la verdad, espectacular. La porción de la trama que flirtea con la actualidad trazando su ascenso a la fama gracias a redes sociales y obsesión mediática sólo cuenta la mitad de su historia, y pueden dar por hecho que es la mitad menos interesante. Lo que me hipnotizó de esta peli fue el haber sabido contar una inteligentísima trama sobre relaciones entre padres e hijos disfrazada de ingeniosa historia de heroísmo afrontando al ridículo.

Kick-Ass, todavía en su identidad civil de Dave Lizewski, se pregunta porqué no hay multimillonarios reales dedicándose a combatir el crimen amparados por máscaras y artilugios de lo más cool. Ante la ausencia de estos Bruce Wayne y Tony Stark de carne y hueso (digamos que Carlos Slim y Bill Gates como que no darían el ancho), decide intentar llenar ese vacío en la sociedad. Tiene un padre distante, incapaz de involucrarse en su vida y sus intereses sin ser necesariamente malo. Simplemente es un padre real. Por otro lado, el villano de la película (una soberbia actuación del gran Mark Strong) es un padre cuasi ejemplar: exitoso en los negocios (turbios, pero aún así), interesado en acompañar a su hijo al cine pese a tener asuntos pendientes por atender (tortura y asesinato, básicamente) y no demasiado orgulloso de que su heredero siga sus pasos en el negocio familiar. Y el hijo (Cristopher Mintz-Plasse) eleva el papel de vástago en busca de la aprobación paterna a un extremo singular de ingenio mal encaminado.

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El equilibrio entre tanta relación familiar disfuncional debería llegar de mano de quienes enarbolan la bandera de la justicia, ¿o no? Pues no. Big Daddy y su precoz aprendiz Hit Girl tienen la venganza como único móvil de peso. El heroísmo es accesorio, pero no confundamos el asesinar a sangre fría a un maleante con una prensa para compactar vehículos con la nobleza de un Spidey o de Superman. No, esto es un ajuste de cuentas. Y el usar a una hija de once años para tal fin parecería el peor de los crímenes. Pero es aquí donde comprendemos a los personajes por sus circunstancias. A veces se sugiere que guiar a nuestros hijos por nuestra misma vida de dolor y riesgo podría ser tan malo como las peores acciones de los villanos de la historia, pero pronto comprendemos que cada segundo que Big Daddy invierte en enseñarle a su hija cómo descuartizar gángsters es una manifestación única de cariño extremo. No seríamos capaces de emularlo por un solo instante, pero llegamos a entender la ternura de esa relación sui generis.

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En mi opinión Kick-Ass ha reescrito el libro de los convencionalismos a los que nos tenían acostumbrados las películas de super héroes. Sí, encontrarán secuencias de acción fenomenales. Hay gadgets que nos hacen aplaudir en cuanto salen en pantalla, y hasta una vieja buenérrima para recompensar al héroe en su diario afán por sobresalir. Incluso el soundtrack rompe copiosas cantidades de madre. Pero hay muchísimo corazón, y hay mensaje, y hay empatía por esta enorme gama de héroes y villanos imperfectos. Me llama la atención como dos de mis películas favoritas de los últimos doce meses (la otra es Zombieland) coronan sus respectivas tramas con un acto tan simple como revelar una identidad real entre los protagonistas, la máxima muestra de confianza mutua que pueden permitirse en momentos difíciles. Eso me proporcionó muchísima satisfacción, tanta como para hacerme creer que a lo mejor, un día de estos, alguien decide calzarse un traje de neopreno y una capa para renovar mi fé en la xodida humanidad.