THE RED BULLETIN: Precario Equilibrio

redbulletinagosto2012

N. del T.: Esta columna se publicó en agosto del 2012, y es una especie de call back a este escrito que publiqué en el blog. ¿Dónde estoy ahora, mentalmente hablando? Sigo animándome a tomar riesgos, tanto en lo profesional como en lo sentimental. Gracias por la inspiración, Felix Baumgartner.

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Hace un par de años, estando en una de esas disyuntivas que marcan el camino por recorrer en otra etapa de la vida, me descubrí a mi mismo anhelando lograr equilibrio por encima de otras cosas tan diversas como riquezas de jeque árabe, un trabajo como evaluador de hoteles de lujo o una cita con Megan Fox. Sí, equilibrio, algo tan simple como eso. ¿Por qué? Mi razonar en ese momento era que el anhelo desmedido por lograr cosas fuera de lo ordinario aniquilaba un poco mi propia humanidad, mi tendencia a lo familiar y la cómoda posición pasiva en torno a diversas facetas de la existencia. “Ni todo el amor ni todo el dinero”, en lo concerniente a la pareja. “Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre”, en materia de obligaciones laborales asumidas en pos de una economía personal más robusta. “Ni que se muera de sed la milpa ni que se ahoguen las mazorcas”, en el terreno de cultivar gustos y aficiones. Hallar el justo medio, en resumen, me parecía lo más noble y deseable de ese momento en adelante.

Y claro, como suele ocurrir con alarmante frecuencia, estaba yo más equivocado que nadie.

En el papel, situarnos a tono con la realidad es un buen punto de partida para estimar el éxito o fracaso de una labor por realizar. No puedo sentarme a componer una sinfonía sin saber notación musical, por ejemplo, así que quizá deba reconsiderar mis objetivos y limitarme a ensamblar una sencilla cancioncita con los cuatro acordes que puedo tocar en la guitarra. De lo contrario, la frustración me hará desistir de esa labor creativa, o de esfuerzos similares a futuro.

Pero hay otra cara de la moneda. Seguro has escuchado la cansada fábula del lanzador de javalina que se entrenaba intentando alcanzar la luna con cada lanzamiento, aún a sabiendas de que ensartar un cuerpo celeste era una idea ridícula. La historia culminaba con el triunfo del atleta por un cómodo margen, y su éxito se debía a que sus intentos por lograr lo imposible le habían hecho aventajar a los pobres diablos que se entrenaban de manera común y corriente. Bonita historia, con una gran verdad: la urgencia es un poderoso aliado en la búsqueda del éxito.

De pronto recuerdo algunos de mis momentos más gratos en el ámbito personal y descubro siempre el factor común de saber que enfrentaba probabilidades mínimas de éxito. ¿Ese trabajo de ensueño que obtuve, pese a que apliqué para el mismo sabiendo que mi experiencia no se equiparaba a la de otros aspirantes al cargo? Obtenido, con gran celebración de mi parte al escuchar la noticia. ¿La carta que le escribí a un famoso escritor expresándole mi admiración, como el fanboy más ordinario? Recompensada con una misiva de vuelta, que atesoro como un cheque en blanco. Esas fueron sólo dos instancias de hacer lo contrario a lo que me aconsejaba mi mentalidad equilibrada: no arriesgues de más, no te expongas a la desilusión, no te desgastes en lo aparentemente inalcanzable.

Estúpido equilibrio. De acuerdo, a veces me has ayudado a mantener la cabeza fría cuando todo a mi alrededor se desmorona, pero me pregunto cuántas grandes oportunidades he llegado a perder por hacerte caso. ¿Docenas? ¿Cientos, quizá? Espero que no sea así, pues me está pesando bastante la desestimación de mis alcances y mi potencial como para encima descubrir que tanto balance me ha convertido en alguien temeroso de hallar la consecución de sus sueños. Wayne Gretzky decía que uno falla el 100% de los disparos que no intenta, y el hombre es apodado The Greatest por todo el mundo del hockey.

Eso de ser equilibrado suena bien cuando uno se halla en estado contemplativo, pero la vida rara vez suele otorgarnos esa clase de condiciones para transitarla. Hay que arriesgar, atreverse, ir un paso más allá. Esta revista (The Red Bulletin) lleva un buen rato documentando los esfuerzos de un tipo que pretende romper la barrera del sonido saltando en caída libre desde la estratósfera. Puedo asegurarles que lo último que pasa por su mente antes de caer al vacío es cambiar su idea por un salto tradicional. ¿Eso es ser un desequilibrado? Si la respuesta es afirmativa, quiero aprender a desbalancearme así.