Esto No Es Una Reseña

En serio, esto no es una reseña. Ya saben cómo me gusta escribir de cine, sea bueno o malo. En ambos extremos suele existir material para ejercer algo de crítica, de interpretación, de humor… y claro, mi criterio es que no hay películas enteramente buenas o malas, pues suele existir una amplia gama de aspectos que, funcionen o no en conjunto, pueden servir al menos para justificar la existencia de lo que vimos en la pantalla.

This Is Not A Movie no encaja en esta descripción. Es, sin temor a equivocarme, uno de los peores fracasos a todo nivel que jamás se hayan exhibido en una sala de cine.

En serio, lo es. Todos nos hemos sentido insultados alguna vez por las carencias de una película. Que si la historia apesta. Que si los actores no son buenos. Que si el sonido está chafa. Que si el tráiler prometía acción, humor y espectacularidad y no cubre ninguno de los tres puntos. Que si sale Jaime Camil. En fin, hay un sinnúmero de factores que pueden llegar a infuriarnos al punto de decir que una película «es una mierda», cuando a lo mejor simplemente no llega a satisfacer nuestras expectativas. A veces nos dejamos llevar un poco por esa impresión visceral, siendo que hay elementos rescatables e incluso competentes en casi cualquier producción.

La película que acabo de ver el viernes pasado (y uso el término «película» muy a pesar de lo que su autor pretende vendernos desde el título mismo) es una auténtica, pura y natural mierda. Es un gran tamal de popó servido a un niño del Teletón. Es ver cómo se quema dinero en la pantalla, mientras asilos de ancianitos suplican por cobijas para guarecerlos del invierno y medicinas para aliviar su sufrimiento colectivo. Es un atentado alevoso contra la cinematografía mundial. Y creo que aún así me estoy quedando muy corto.

Ya sé, ya sé… «Es que tú no entiendes a Olallo, su onda es así». No. No puedo entenderlo. Lo que es más, no quiero entenderlo, especialmente después de ver lo que vi. Aunque nunca fui muy fan del estilo de Olallo Rubio, el locutor, solía encontrar puntos de entendimiento en los gustos de Olallo Rubio, el ser humano. Y les confieso que me metí al cine esperando ejercer toda mi objetividad como espectador que paga una entrada para ver una película. Así pues, desembolsé 52 pesos para pagar mi boleto y 2,690 pesos para pagar un Esprait mediano y una bolsa de palomitas y me senté en mi butaca, deseoso de encontrar algo, por mínimo que fuera, para entender la popularidad de Rubio como DJ radiofónico y ahora en su etapa como cineasta.

Iluso de mi…

Este aborto fílmico intenta contar, con una retórica que se contradice a si misma en repetidas ocasiones, una trillada historia que pretende ser revolucionaria, subversiva, nihilista, existencial, contestataria, innovadora, sarcástica, crítica, multimediática y metarreferencial a la vez. Cuando uno se plantea tal cantidad de vías para comunicar un mensaje, podríamos pensar que al menos uno de ellos llegaría quizá a acercarse a quedar medianamente cerca del objetivo, ¿cierto? Vamos, a lo mejor un escopetazo no hace que todos los perdigones peguen en el blanco, pero uno entre los muchos sí tiene esperanza de acertar, ¿no es así?

[GRILLOS]

Pues no. Vamos a hacer una disección de la película, con la idea de verificar si funciona en alguno de sus componentes:

HISTORIA: No hay. El planteamiento inicial es que un tipo llamado Pete Nelson (Edward Furlong, a quien no me referiré en lo sucesivo como «el abotagado Edward Furlong» por cuestiones de espacio) está encarando las últimas 48 horas antes de que se acabe el mundo en la habitación que ocupa en un suntuoso hotel de Las Vegas, Nevada. ¡Pero esperen! ¿Es realmente así? ¡No! Verán, el ingenioso director y guionista (por usar ambos términos equivocadamente) Olallo Rubio nos presenta una alegoría de lo que ocurre en la apocalíptica mente de un autor al enfrentar problemas en el desarrollo de un guión, así que lo que vemos en Nelson es un personaje en busca de identidad que prácticamente cobra consciencia de sí mismo y busca confrontar la visión de su mismísimo creador. ¡Cuánto simbolismo! ¡Cuánto ingenio! ¡Cuánto me duele haber gastado 52 pesos (más costo de snacks) en un pobre remedo de filosofía barata untada con referencias de cultura pop más caducas que los yogures que venden en el OXXO!

PERSONAJES: Si no hay historia (y el guión no se cansa de recalcarnos una y otra vez que NO LA HAY, porque así de avant garde es su autor), pues tampoco debería haber personajes, por mera lógica, ¿o no? Pues no. Verán, auténticos creadores argumentales con talento han contado historias de esta índole con anterioridad (lean Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello o vean Adaptation del guionista Charlie Kaufman como ejemplos magistrales de ello), y la verdad no es una tarea tan complicada. O no debe serlo, en manos de alguien con la capacidad para ejecutar dichos conceptos. El problema aquí es que Olallo no es capaz de comunicarnos un sólo ápice de empatía con el «cliché» (no lo voy a llamar personaje, no xodan) interpretado por Furlong. Hay un par de pseudo personajes de relleno en la trama, PERO (¡Tatatataaaaaaan!) el guión también nos dice que no son personajes, sino bocetos de personajes sin terminar. Uno de ellos es un fantasma (pero… ¿lo es?). Los otros son desdoblamientos del mencionado Pete Nelson (o proyecciones de la mente del propio Olallo, si lo queremos ver así). Pero no se engañen, ninguno de ellos genera el menor atisbo de interés por parte del pobre espectador. Están ahí simplemente para llenar espacios en el «mensaje» que Olallo pretende contarnos (o no contarnos, de acuerdo a su lógica incompetentemente estructurada), y son una excusa mediocre para confirmarnos que su creador no podría crear ni un mojón de caca auténtico y plausible tras recetarse una caja de cereal All Bran con ciruelas pasas.

Furlong. Actorazo. Not.

ACTUACIONES: Jesús bendito en traje de luces… las actuaciones. En This Is Not A Movie tu»estelar» es Edward Furlong. Sí, EL Edward Furlong. ¿Se acuerdan de él? Algunos de ustedes lo recordarán como el John Connor adolescente en Terminator 2: Judgment Day. El resto le recordamos como la prueba viviente de que James Cameron hizo una magistral película clásica de inicios de los 90, pues ni el haber incluido en su elenco a uno de los peores actores de la historia la pudo hacer fracasar. Furlong no tiene rango actoral alguno. Todo mundo lo sabe (y su «meteórica» carrera respalda esta aseveración). Por lo tanto, el visionario director de esta no-película decidió que era el actor ideal para interpretar no uno, sino TRES roles distintos. Les he platicado de Farina, mi perro que sufría de Parkinson, ¿verdad? Ahora imaginen lo que ustedes pensarían si de la nada yo decidiese entrenar a mi perro, con sus temblores compulsivos, para transportar nitroglicerina. Bueno, Olallo hizo exactamente eso: le confió todo el peso actoral de su obra a un cabrón que no podría agarrar un papel ni en un reality show de la tele guatemalteca. ¡Ah, pero fue el John Connor adolescente en Terminator 2: Judgment Day!

Los otros rostros que recordarás son los de Peter Coyote y Edi Gathegi. El papel de Coyote es prácticamente un cameo en dos partes, totalmente intrascendentes y desaprovechadas por tratarse de un histrión legítimo que ha trabajado bajo la batuta de Spielberg, Levinson, Pollack, Almodóvar y Polanski. Y ahora de Olallo. Por favor hagamos una pausa para apreciar la ironía de la situación. No sé ustedes, pero si yo fuera un actor de la categoría de Peter Coyote me encontraría actualmente gestando una elaborada historia para explicarle al mundo mi participación en este monumental churro. No sé, diría que Olallo Rubio secuestró a todos mis seres queridos y amenazó con disolverlos en ácido clorhídrico si yo no accedía a salir en su peli o algo.

Gathegi tiene un papelillo todo pedorro como un fantasma que no es fantasma, sino personaje a medio desarrollar, pero la verdad no importa. Yo lo reconocí porque también tuvo un par de intervenciones leves en las dos primeras películas de Twilight interpretando a Laurent, uno de los vampisexuales sin chiste de esa estúpida saga. No sé, creo que en mi vocación por ver obras como estas hay un patrón de disposición al sufrimiento en aras del arte que algún día intentaré explicar por vía psiquiátrica. El caso es que no hay una sola actuación en This Is Not A Movie que posea al menos un dejo de credibilidad. El material base es tan malo que todo acaba en comedia involuntaria, y los diálogos se pierden en un océano autorreferencial e indulgente (intenta poner eso en el póster de tu pinchi película, Olallo).

GUIÓN: Sólo hay algo peor que Olallo Rubio, El Director. Ese algo es Olallo Rubio, El Guionista. Creo que no es injusto aseverar que todo el schtick de Olallo a nivel de medios es ser un auténtica ráfaga de referencias a la influencia cultural plasticosa de su infancia, adolescencia y juventud, vivida en ambos lados de la frontera México – Estados Unidos. En teoría debería funcionar: Quentin Tarantino (el ídolo de Olallo) se catapultó a la fama abriendo su Reservoir Dogs con una inmortal escena donde un grupo de gángsters diserta sobre el significado de Like A Virgin de Madonna. Y bien ganado está el lugar de Quentin en el firmamento de auténticos visionarios del cine, por cierto, pues todas estas referencias tienen un contexto, un respaldo y una validez que aportan capas de interés en sus historias, por sencillas o complicadas que puedan parecer a primera vista.

Lo único malo es que la historia de Tarantino ha dado lugar a que cualquier tarado medianamente versátil para la cultura pop se crea capaz de emular dicho nivel de éxito y relevancia en los medios. Olallo ha explotado eso como DJ en el radio, pero he leído un par de sus columnas escritas y es obvio que detrás de esa fachada carece de cualquier sustento de cultura auténtica para sostener sus pronunciamientos grandilocuentes sobre sociedad, política, filosofía y demás vainas que se empeña en abordar. Ahora imagínense este grado superlativo de incongruencia en versión fílmica, aderezado con «tráilers» bien jocosos que buscan criticar conceptos semi abstractos y mal entendidos (por él) respecto a «El Sistema»… y «Los Medios»… y «La Sociedad de Consumo»… y «El Poder Detrás del Poder»… y «La Vida en General». Y ya no mencionemos la avalancha de frases hechas y clichés que pretende insertar como muestra de su pseudo cultura: Peace sells… but who’s buying?… Furlong diciendo mentadas en español (sooo funny!)… G.I. Joe... cultura gamer. No es abrumador por intención, lo es porque no tiene ningún otro recurso a su alcance.

El «director» y su «actor» principal…

Rubio se limita a regurgitar una y otra vez los lugares comunes que has escuchado hasta el cansancio en voz de filosofetes de café y pretenciosos estudiantes de ciencias políticas en instituciones educativas de medio pelo, y los corona con visuales marcadamente influenciados por la cultura MTV (a la cual parodia en uno de sus «ingeniosos» tráilers). Leer el párrafo anterior me aburrió… ahora imagínenselo en pantalla de 250 pulgadas, actuado con las patas y enmarcado por estridente sonido Dolby.

EDICIÓN: Olallo tiene el tercer crédito de edición en esta película, pero el número de editores no importa. Esta película parece tutorial de After Effects. Cortes a lo pendexo, sin orden ni concierto. Transiciones idiotas, arrítmicas y carentes de imaginación. ¿Saben que comentarían otros directores como Oliver Stone o Michael Bay, tradicionalmente vertiginosos a la hora de montar sus películas, si vieran This Is Not A Movie? Absolutamente nada. Porque no la verían, punto. Bay se saldría en los primeros 79 segundos para inhalar unas rayas de cocaína de los muslos de alguna actriz zorrona y Stone se largaría a escribir un frenético guión sobre una oscura conspiración para elaborar La Peor Película de Todos los Tiempos por parte de un DJ mexicano.

FOTOGRAFÍA: En el mismo mood de la edición, la cámara de This Is Not A Movie parece el pretexto ideal para que alguien demuestre todos los «locochones» encuadres y movimientos aprendidos en clase de cine, goeeee… Pero lo malo es que los recursos de cámara están TODOS mal empleados. Guy Ritchie hizo maravillas con efectos muy básicos en su debut cinematográfico, Lock, Stock & Two Smoking Barrels. La misma The Matrix sentó precedente al echar mano de técnicas medianamente intrincadas pero visualmente impactantes. Aquí el director pretende suplir con acercamientos, movimientos desconcertantes y filtros culeids lo que obviamente no sabe resolver argumentalmente. El resultado es tal y como lo esperabas. Nosierto, es pior.

SONIDO: Aquí voy a agrupar efectos sonoros con edición de audio y música, para ahorrar tiempo. Lo mejor que se puede decir del sonido es que es bastante claro. La mezcla de audio, viniendo de alguien que tiene un background radiofónico, está bien hecha. ¿Pero qué importa cuando no hay nada que valga la pena escuchar? Ahora bien, mucho se ha comentado de la presencia de Slash, ex guitarro de Guns N’ Roses, como figura de fama mundial a cargo de la música de esta película. Y valdría la pena la inversión si tan sólo el score fuera más memorable que, no sé, los loops que vienen precargados con cada copia del Garageband. El soundtrack es roquerón, estruendoso… y perfectamente olvidable. ¡Pero es de Slash, goeeee…!

De acuerdo, basta de disecciones y ahora juzguemos el todo. Decir que This Is Not A Movie es pretenciosa prácticamente insulta a pretenciosos profesionales como Iñárritu o Van Sant. Haciendo un paréntesis con respecto a lo anterior,  tengo que agradecerle a Olallo el haberme ayudado a recalibrar mi patrón para criticar películas. Llevaba ya varios días mentando madres ante la posibilidad muy real de que Biutiful («la peli del Negro, goeeee…») se lleve un Oscar a Mejor Película Extranjera que nos habrá de saber bastante insípido por ser una producción sin mucha alma ni inspiración. Pero Biutiful funciona en muchos aspectos, no es tan mala como la percibían mis ojos antes de ver un bodrio químicamente puro como This Is Not A Movie. No saben el número de veces que mi mente deseó estar sentado ante la pretenciosa obra del Negro mientras veía la aún más pretenciosa obra de Rubio. Hubiera preferido un maratón de 12 horas de Biutiful al monólogo de apertura donde Edward Furlong logra proyectar la premisa de presenciar el fin de la humanidad desde la perspectiva única de la ciudad más decadente del mundo… como si fuera la cosa más aburrida desde que tuviste que ver fotos de las vacaciones de tus abuelitos en Catemaco.

EL VEREDICTO: Olvídense de películas que de tan malas son buenas (la saga de Crepúsculo, Starship Troopers, Showgirls, etc.): This Is Not A Movie ni siquiera califica en este renglón. Imagínense el peor guión de la peor clase de cine hipstercita en la historia, y seguramente no será peor que este FAIL de proporciones épicas. No se conforma con ser mala, sino que aspira a un nivel donde pésimo es tan sólo el punto de partida en una larga espiral cuesta abajo. Otras películas malas lo son por ser meramente mediocres, pero cumplen su cometido para ciertos sectores de audiencia. No puedo imaginar cómo luce una sola persona capaz de disfrutar la película de Olallo. Es más, no puedo creer que Olallo mismo sea capaz de ver su película en pantalla y pensar para sus adentros que vale la pena un solo minuto de la misma. Y eso es lo más desastroso. Con otras malas películas al menos puedes pensar que el género no era lo tuyo. Vamos, yo puedo echar pestes sobre una comedia romántica estelarizada por Martha Higareda y Kuno Bécker, pero sé que sus modestas aspiraciones creativas al menos cubren las necesidades de un cierto sector del público. No hay forma de que alguien pueda defender el mérito de This Is Not A Movie sin morderse la lengua por estar mintiendo con el descaro de un político en campaña.

Aquí está el gran problema: Olallo está enamorado profundamente de su imagen mediática. Él cree que su dominio de la cultura pop o su gusto por el cine se traducen en manejo eficiente del lenguaje fílmico, lo que es tanto como decir que yo sería un gran chef tan sólo porque me frecuento restaurantes con estrellas Michelin y sé leer menús. Nada tiene que ver una cosa con la otra en materia creativa. Olallo sabe muchos datos… pero no sabe qué hacer con ellos. Es la enciclopédica estadística que se sabe todos los datos de las Ligas Mayores pero que no sabe ni cómo agarrar el bat en un juego de béisbol. Hay muchas analogías similares que se me ocurren en este momento, pero creo que ustedes captan la idea.

Cuando esta imagen errónea de ser «cineasta» se planta en la menta inapropiada, los resultados son desastrosos. Los protagonistas (que no personajes) de This Is Not A Movie quieren proyectar algo, pero nadie sabe qué es. Y no es porque Olallo así lo planeó, se los puedo jurar. Una característica propia del cine de autor (algo a lo que aspira él) es ser capaz de mostrar una visión y una voz propia que, más allá de nuestra identificación con el material abordado, nos dice algo sobre la persona detrás de la creación. De Olallo no aprendemos nada. Quiere decirnos que es muy profundo porque uno de los alter egos de Furlong lee un texto sobre filosofía aristotélica sentado en el W.C. Quiere mostrarnos que es un narrador crudo y audaz mostrando actores que escupen, vomitan y se tiran gases, pero todos estos gags visuales son tan forzados como la heterosexualidad de John Travolta. Quiere provocarnos hablando de sexo y drogas, pero el sexo en esta película es una visión estéril y aburrida de un video roquero ochentoso y las drogas parecen insinuar que Olallo jamás ha probado algo más intenso que un plato de pozole pasado de orégano. Sí, hace falta mucha ineptitud para fracasar al mostrar escenas de encueradas y de violencia en la pantalla de manera que no nos inspiran nada más que aburrición, pero ese es el caso de esta idiotez plasmada en luz.

Las escenas en blanco y negro son «muy artísticas», dice Fidel Sarcastro…

Y las referencias, bueno… Olallo se cansa de bombardearnos con ellas. Pero no están ahí para avanzar nada, la verdad. De hecho lo más irritante es que parece considerarnos perfectos idiotas, incapaces de entender sus «ingeniosos» guiños sin explicarlos en exceso. El protagonista y su alter ego hablan de matarse con alcohol «como Nicolas Cage en Leaving Las Vegas«, y nada más les falta añadir «la película dirigida por Mike Figgis que le hizo acreedor de su primer Oscar como actor en un rol protagónico en 1995», porque Olallo cree que si no ahonda en la justificación de esta cita seremos muy densos para captarle la ondita. Sus referencias a «The Man«, la CIA, las conspiraciones políticas y la era Reagan se confunden con hechos actuales sin ser capaces de darnos un marco referencial respecto a lo que quiere decirnos, así que no tienen relevancia alguna. ¡Ah, pero eso sí, los diálogos están bien Tarantinescos con sus múltiples palabrotas! Y todas ellas están metidas con calzador, pues estos peculiares seres que pueblan su imaginación ni siquiera suenan a una sátira de si mismos, que es toda la intención inicial. No, hablan como Olallo CREE que habla la gente que sí ha vivido experiencias extremas, vidas interesantes y debates internos con algo de relevancia.

Así es todo este churro de prodigiosas dimensiones: Olallo CREE que hacer un chiste analógico entre el Pentágono y El Imperio Contraataca es ingenioso. CREE que hacer un chistorete de Terminator es ingenioso. CREE que insertar una compu Amiga 500 y un 2XL como easter eggs es ingenioso. CREE que usar muchas imágenes de stock es ingenioso (sin ellas la película duraría como nueve minutos, así que al menos le cedo el beneficio de la duda en su utilización). CREE que su choro es ingenioso. No lo es. Es pretencioso. He leído críticas que dicen «la amarás o la odiarás, no hay punto medio». Críticas de lo más mediocre, pues no he escuchado un solo argumento válido que defienda lo que es esta aberración.  Y decir «pues a mi sí me gustó» no es una crítica, por cierto.

Podría seguir escribiendo durante horas acerca de lo mala que es This Is Not A Movie, principalmente porque encuentro la experiencia de hacerlo sumamente catártica. Hace mucho tiempo no me sentía tan insultado por una película, a nivel intelectual, como me siento hoy. Olallo Rubio logró algo que no había logrado como DJ: hacerme desistir por el resto de mi vida de volver a consumir algo que lleve su nombre en el título. Si mañana Olallo es tocado por la varita mágica de Orson Welles (a quien cita en su guión en una de tantas referencias forzadas) y produce una obra calibre Rashomon-Goodfellas-Les quatre cents coups, aún así no iré a verla. Y la razón es simple: NADIE que ame al cine tanto como él profesa amarlo sería capaz de producir una estupidez de estas dimensiones, y además tener el descaro de cobrar por exhibirla.

No se empeñen en decirme que no entendí la broma, y que en el título de This Is Not A Movie va implícita la intención de su autor. Créanme que entiendo de sutilezas artísticas así. Su título está inspirado, casi seguramente, en el famoso cuadro de René Magritte que muestra una pipa junto con la leyenda «Ceci n’est pas une pipe» («Esto no es una pipa»). Es muy simple: Magritte pretendía contradecirse con este pronunciamiento, pero todo era un ingenioso truco semántico pues la pipa, en efecto, no es una pipa. Es la representación visual de una pipa. No puedes tomar la obra de Magritte como un medio para quemar hojas de tabaco e inhalar su humo. Pero Olallo sí tuvo que presentar una película para representar la idea de que no estaba haciendo una película. Eso no es ser ingenioso. Es ser tan pendejo como para no entender que su «chiste» no funciona a ningún nivel, pues su medio sí contradice a su mensaje. Y no es que su mensaje no exista, sino que es tan incompetente para contarlo que no le permite existir.

La pipa que no es pipa…

Hay cineastas en el mundo que pueden darse el lujo de hacer cine de autor. Los conocemos bien. Se apellidan Herzog, Lynch, Waters, Almodóvar, Kusturica, Cronenberg, Von Trier, Jarmusch, Laugier. Mejor que ponerle This Is Not A Movie a su película, Olallo Rubio debió llamarla Olallo Is Not Tarantino. Olallo Is Not Lubitsch. Olallo Is Not Kurosawa. No sé, cualquier cosa menos intentar hacer algo tan mediocremente criticable como lo que se atrevió a mostrarnos. Hay que explicarle que no hay nada malo en contar historias simples, pero bien contadas. Hay que explicarle que para hacer comentario al nivel que pretendió hacerlo hay que entender de lo que se está hablando, por mera lógica. Hay que explicarle que el lugar de los cineastas arriba mencionados se lo han ganado a pulso, es legítimo. El hecho de tener muchos escuchas en radio o en un podcast y la capacidad de financiar un proyecto a todas luces caro no te confiere automáticamente la obligación de filmar la primer estupidez pretenciosa que te pasa por el disco duro de la compu.

En la sala del cine sólo estábamos un grupo de ocho «chavos» (entre 20 y 30 años) y su seguro servidor. Al final de la película los intercepté a la salida, preguntándoles lo que los animó a verla y sus opiniones al respecto. Todos mentaban madres. No confundieron términos al referirse a la película en términos gráficamente explícitos. «Es una chingadera» fue el más amable de los calificativos. Pero uno de ellos, el que instó a los demás a meterse a ver la película, intentó justificarse, sin hacer ningún esfuerzo por defenderla: «Es que, pues ya saben todos, ¿no? Yo mamo a Olallo muy cabrón desde siempre, y esta muvi como que… pues sigue con lo mismo de su película anterior, ¿no? Sus choros de lo que siempre dice en su programa, ¿no?… Ya sabes, lo de la globalización y esas madres…»

Le pedí que ahondara un poco más, que me explicara eso que, a todos luces, no tenía capacidad para describir con elocuencia. Y fue en vano. Se salió por la tangente, hizo ademanes excesivos de cuatitud con sus acompañantes y les pidió disculpas por haber pensado que la película «a lo mejor estaba buena». Deben haber sido muy buenos amigos, pues el la clase de recomendación fílmica capaz de romper con las amistades más sólidas y los lazos más firmes. Pero no tenía mucho caso el solicitar mayores precisiones: este «fans», este mercado meta, fue rebasado de sobra por la catástrofe creada por Olallo. Y si el no-director y no-guionista mismo de esta no-película tiene la misma profundidad de argumentos que su público, pues… ¿qué quieren que les diga? Al menos sé que no tendré que entrar en debates a futuro sobre lo que significa hacer una película pésima. Porque This Is Not A Movie acaba de ubicar ese término en un nicho muy difícil de superar.

Olvídense de mis recomendaciones para no gastar su dinero en ver esta película. Lo que puedan pagar es lo de menos. Lo preocupante es que lo más valioso que perderán viéndola es tiempo. No importa que la veas en un DVD pirata de diez pesos, ni que la bajes de un Torrent. Cada minuto que inviertas en ella será perdido para siempre. Podrías pasar esos mismos 90 minutos quemando hormigas con una lente de aumento y considerar que fue una forma más productiva de invertir el tiempo. Y creo que fueron 90 minutos, la verdad no sé si dura eso ni me importa, porque cada minuto de This Is Not A Movie se siente como si lo estuvieras viviendo bajo el agua y sin oxígeno, mientras eres testigo de que tu familia y amigos son devorados vivos por una jauría de perros rabiosos. Es una experiencia cinematográfica que te provoca a gritarle insultos a la pantalla, que te duele ver por el simple hecho de que existe y alguien aprobó su realización. Causa dolor físico y mental, y probablemente también puede asociarse a deformidades fetales en mujeres embarazadas.

Pero en mi afán por rescatar algo, encontré un aspecto positivo detrás de la experiencia: si alguien tuvo éxito al financiar esta tomadura de pelo y de tiempo, hay esperanza de ver producido alguno de mis propios proyectos cinematográficos, si algún día se me ocurre uno. Pues siempre tendré a la mano el argumento de venta de decir: «pues mi idea puede no parecerte la octava maravilla, pero te puedo garantizar que es mil veces mejor que This Is Not A Movie«. Y tendré la razón…