¡No es gracioso!

Esta foto es graciosa. Pero si la niña se fracturó la quijada y/o la nariz, deja de serlo… y tienen que pasar tres o cuatro años para que sea graciosa de nueva cuenta.

Hace unos días el ejército mexicano le dio chicharrón a Tony Tormenta, peligroso narcotraficante y posible pariente lejano del clérigo luchador Fray Tormenta (dato, como de costumbre, infundado). Yo, incapaz de guardar silencio ante cualquier oportunidad de hacer el imbécil, hice un chistorete en mi cuenta de Twitter mencionando que al menos su mujer podría adoptar el «Viuda de Tormenta» y sentirse muy cool al respecto. De acuerdo, no mi mejor ‘tuit’, pero tampoco el peor del mundo.

Lo malo es que uno de mis followers no lo vio así. De inmediato argumentó que no tenía gracia el comentario, pues sobre el tal Tony Tormenta pesaba la carga de un montonal (cifra por confirmar) de muertos, tanto antes de su propio deceso como durante los acontecimientos que provocaron el mismo. Mi reacción inicial hubiera sido insultar al quejoso follower con algún otro chiste malo, pero descubrí una poderosa razón para no hacerlo: esta persona había estado inmersa en el fuego cruzado donde el narco perdió la vida. Durante un par de horitas, nada menos.

Se sucedieron tuits de ida y venida mencionando mi preocupación por su bienestar (salió ileso, por fortuna), además de mis disculpas por haberle ofendido en un momento tan vulnerable. Y de vuelta me llegó un sincero reconocimiento de haberse dejado llevar por el susto y la rabia del momento, algo que no ameritaba menos. Verán, ordinariamente no tolero que la gente me diga que algo es o no es gracioso, por el simple hecho de que estos juicios suelen ser muy subjetivos. Hay cosas sobre las que no bromeo, pero son muy pocas.

En este caso decidí guardarme mi apasionada defensa sobre el humorismo y conmiserar con mi desafortunado follower respecto a su situación. Y todo quedó en paz: mi chiste se vio muy pronto acompañado por otros comentarios de similar tono, intentando encontrar gracia aún en situaciones donde nos debería estar llevando la Colectiva Tsingada.

Pero entonces, ¿qué es gracioso? Creo que la respuesta es simple: Comedia = Tragedia + Tiempo, según Mel Brooks (algunos le atribuyen la frase a Carol Burnett y a Tim Conway, por cierto). Esta fórmula deduce que una vez que pasa suficiente tiempo para hacernos olvidar el dolor y el infortunio (labor propia de nuestro instinto de supervivencia), podemos encontrarle el lado chistoso a casi cualquier cosa. En efecto, si bien hay eventos en mi vida sobre los cuales soy incapaz de reírme, no descarto que en algún momento sea capaz de hallar un ángulo que me permita burlarme de los mismos. Una vez que te ríes de lo peor que te ha sucedido, me imagino que tienes control absoluto sobre ello. No te puede dominar nunca más, es tu «perra», por usar un término carcelario que la enorme mayoría de ustedes pueden comprender… pinchi bola de criminales.

Perros bebiendo cerveza en un bar: un recurso comédico inagotable. Excepto cuando la cerveza es Corona, Foster’s y Coors Light, porque ahí se convierte en crueldad.

Mi gran gurú de la comedia, George Carlin, decía que podía encontrar gracejada hasta en un evento tan terrible y condenable como una violación. «Imagínanse a Goofy violando a Mickey Mouse… ¿Ven? ¡Gracioso!», argumentaba, en un ejemplo con el que es difícil discutir. Una vez que creas una distancia más o menos sana con los hechos, comienzas a desmitificar aquello de que hay cosas sobre las que nunca se puede o se debe bromear. Pero todo depende de que transcurra el tiempo necesario.

No estoy defendiendo a aquellos que quieren hacer chistes idiotas sobre todas las tragedias que acosan a la humanidad, ni mucho menos. Pero hay cosas, ángulos, detalles… no necesariamente el objeto en sí, más bien los aspectos que le rodean, que nos permiten encontrar la ligereza y el absurdo. Yo intenté hacer un chiste respecto a que el nombre real del difunto narco fuera, en realidad, un nombre de familia y no un alias. Jamás procuré trivializar lo sucedido, como no hubiera intentado trivializar las masacres de jóvenes ocurridas en Ciudad Juárez, Chihuahua o Michoacán en días previos. No, aún yo tengo ciertos estándares…

Y sin embargo a veces pienso si hacer mofa de tantas cosas no me deshumaniza un poco. ¿Sería mejor persona si pusiera más barreras en torno a las cosas que considero risibles, si las respetara más? No estoy seguro. A lo mejor mi humor no está muy lejano al de la mayoría de las personas que leen el blog y me siguen en Twitter, pues he descubierto que pierdo más followers hablando de fútbol americano, por ejemplo, que ridiculizando al Peje y a Michael Jackson. ¿Mentes afines, capaces de cultivar el escarnio aún de cara a las normas de convivencia y tolerancia humana? Quiero creer que es así…

En fin, la única razón de este post es ponderar hasta dónde puede llegar mi propio humor, y hasta dónde están ustedes dispuestos a permitir que llegue. Llevamos una relación bastante armoniosa y feliz desde hace un rato gracias a esta forma de apreciar nuestro entorno, según me dicen. Vamos, hasta puedo suplementar mis ingresos con manifestaciones humorísticas en distintos medios, así que al menos puedo decir que no intento ser chistoso «de a gratis». Pero claro, queda la invitación abierta para que ustedes mismos tengan puntos de vista propios respecto a lo que es y lo que no es gracioso… para ustedes. Siéntanse en libertad de discutirlo, de dialogar. Lo peor que puede pasar es que no les de la razón, y lo mejor que me puede pasar a mi es conocerlos un poco más y apreciarlos como algo más que fieles lectores.

Ahora me despido porque tengo que encontrar algún chiste que hacer respecto a los últimos reportes de la Secretaría de Hacienda respecto a la deuda pública. Eso sí va a estar complicado…