Muerte Mortal: La Eterna Saga de Alex Peligro – Parte II

Lanota del Ricote: Un día leí que un decapitado puede tardar entre 8 y 12 segundos en perder la vida (es lo que tarda a la sangre en terminar de fluir por el cuerpo), así que presumiblemente una cabeza cercenada podría ser capaz de conservar la conciencia durante ese lapso. Claro, nadie ha sobrevivido un evento así como para corroborar la hipótesis, pero no me detuvo de imaginarme toda una historia de acción, romance y suspenso en la que el protagonista es… bueno, mejor lean este cuento. Fue escrito hace once años para una sesión del Planeta Paulina, y vio nacer a uno de mis personajes más queridos y absurdos, a quien les había presentado durante los albores de este blog.

Axe

ALEX PELIGRO en… Ejecución en Borihuén.

«Si tienen suerte, los arrojaré al espacio exterior a encontrar la muerte. Si tienen mucha suerte, les leeré algo de mi poesía antes de hacerlo.» – Capitán Vogon, en The Hitchiker’s Guide  To The Galaxy, de Douglas Adams.

Mientras la fría hoja acerada del hacha cercenaba su cuello musculoso y apolíneo, impulsada por la inconcebible fuerza del verdugo encapuchado, Alex Peligro reflexionó sobre la gravedad de su situación. Había encarado a la muerte en numerosas ocasiones previas, y en todas y cada una había salido bien librado. Pero en esta ocasión iba a ser mucho más difícil que antes…

Hasta aquella vez en que se había enfrentado al pelotón de fusilamiento en su misión al Turkestán, sabía que su arduo entrenamiento de supervivencia le permitiría salvarse. Incluso cuando fue arrojado del jet del Barón Von Arschpen en pleno vuelo y sin contar siquiera con un mísero paracaídas, en algún momento pudo vislumbrar esa pequeña ventana de oportunidad de la que pudo valerse para eludir el funesto final. Sin embargo, postrado y maniatado como estaba, de rodillas en el patíbulo y con el cuello sobre el tocón de madera, con la sangre corriendo a borbotones, Alex sólo era capaz de repetirse una y otra vez que tendría que echar mano de todo su ingenio para salir airoso ante sus ejecutores.

Nuestro héroe hizo un cálculo apresurado del tiempo que le quedaba de vida. El impacto del hacha había cortado de un solo tajo su cabeza, separándola del cuerpo. El verdugo pateó la cabeza hacia el carromato donde yacían las figuras decapitadas de los Doce de Atehuamalpa, tintas en sangre insurgente. El Generalísimo Figueres era un adversario despiadado, temible, que no había titubeado en ordenar la ejecución de la docena de rebeldes (y del entrometido extranjero a quien los lugareños llamaban simplemente «Peligro»), a quienes había capturado en aquella reunión palaciega, emplazada so pretexto de firmar un acuerdo que pusiera fin a la dictadura en Borihuén. Alex le había advertido a Xehol, el líder guerrillero, que lo más probable era que todo fuera una trampa del viejo tirano. Sin embargo, abrumado por años de desgastante guerrilla, donde tantos inocentes habían pagado con su sangre el precio del anhelo a una vida mejor, el cabecilla rebelde había accedido a la conferencia de tregüa, sentenciando a muerte, sin saberlo, a la plana mayor de la insurgencia montañesa y a él mismo. Ahora, la docena de cuerpos inertes, cubiertos de viscosa coagulación sanguinolienta, servían de testamento mudo a la perversidad innegable del cruento Generalísimo Figueres. «Te lo dije, Xehol», musitó la cabeza de Alex Peligro, a medida que rodaba sobre el patíbulo en dirección a la multitud expectante.

La cabeza de Alex Peligro volvió de su estupor para resumir su plan. Después de la decapitación, el flujo sanguíneo le mantendría consciente entre 8 y 12 segundos, transcurridos los cuales su vida se extinguiría para siempre. En ese breve espacio, Alex tendría que encontrar la forma de burlar la vigilancia, eliminar a sus posibles agresores, dirigir su cabeza cercenada hacia el carromato donde yacía su espasmódico cuerpo, y una vez junto a él, arreglárselas para reestablecer el flujo de sangre que le permitiría continuar viviendo. Logrado el objetivo, habría oportunidad para planear la venganza sobre Figueres y honrar la muerte de los rebeldes. Pero de momento, no había tiempo que perder.

La cabeza de Alex salvó el borde del patíbulo y se precipitó hacia tierra, donde los perros callejeros se disputaban las cabezas previamente cercenadas de Xehol, Feliciano, Israel, Mauro y el resto de los infelices ejecutados unos minutos antes. Alex se desplomó hacia tierra sobre uno de los canes, que masticaba hambriento la sanguinolienta testa de un guerrillero, y una idea cruzó rauda por su mente. Con un fuerte mordisco, Alex quedó asido a la oreja del pasmado animal, deteniendo su caída. El perro reaccionó de inmediato con un aullido de intenso dolor. La multitud reunida en torno al patíbulo, apenas contenida por la guardia nacional, mitigó brevemente sus gritos de «¡Asesinos!» y sus vivas a la revolución ante el inusitado espectáculo de una cabeza de rubia cabellera, mordiendo la oreja de un perro despavorido, mientras éste se revolvía entre el dolor y la desesperación.

El sobresalto del perro alertó a sus compañeros, quienes enceguecidos por el sanguinario festín y el olor a muerte, y asuzados por el curioso evento, cesaron el banquete, lanzando feroces dentelladas en dirección de la asustada bestia. «Si uno de estos perros me alcanza con una mordida, será el fin de mis aventuras, pero también será la perdición de este pueblo», pensó el héroe. Cuando el perro dio un giro repentino y violento, en su afán por desprenderse de su agresor, Alex abrió la boca e inició su viaje por los aires, hacia el patíbulo donde el verdugo miraba boquiabierto el surreal espectáculo.

La mente de Alex evocó un recuerdo de su infancia: la enorme gracia que provocaba entre sus compañeros de escuela su genial imitación de Stan Laurel «El Flaco», pareja de «El Gordo» Oliver Hardy. No eran tanto sus atinados remedos de la mímica del primero, sino la capacidad de Alex para mover las orejas como solía hacer «El Flaco» cuando enfrentaba una instancia de miedo o angustia. ¿Sería posible repetir la infantil proeza? Después de todo, habían pasado casi treinta años desde aquellas épocas de inocencia, en las que el inocente esculapio jamás se imaginó llegar a ser el protagonista de mil aventuras que culminaban con la salvación del mundo. En un esfuerzo sobrehumano, Alex movió la oreja izquierda vigorosamente, cambiando el ángulo de ataque del aire sobre la cabeza volante, y consiguientemente modificando la trayectoria de vuelo hacia el centro del patíbulo, donde el pasmado verdugo seguía absorto el suceso, sin creer lo que sus ojos atestiguaban: la cabeza del hombre que acababa de ejecutar se había asido de un mordisco a la oreja de un perro, para después salir despedida por los aires justo hacia… hacia… ¿hacia él? ¿Cómo era posible?

El impacto fue tremendo. Las cabezas de Alex y del verdugo chocaron frente a frente, con un sonido de ollas de barro que estallan al golpearse. Sólo una oportuna contracción de los músculos de la frente (desarrollados tras décadas de incansable acondicionamiento físico) permitió a Alex salir con bien del encontronazo. El verdugo cayó desvanecido sobre el cadalso, y la cabeza de Alex rodó por segunda vez hacia la orilla. Para este momento, la pérdida de sangre y el mareo amenazaban con terminar de una buena vez con la aventura en Borihuén.

Fue en un golpe de vista mientras su cabeza rodaba cuando Alex logró vislumbrar su posible salvación: los dos niños que dominaban un balón a un costado del patíbulo, aburridos de las frecuentes ejecuciones.

Peligro se había entretenido más de una tarde viendo a los chicos dominando el balón durante las largas tardes frente a la Plaza General Recelo, mientras degustaba un ardiente trago de licor de frutabomba en el balcón del modesto cuartucho que compartía con la bella Irazén, la de los muslos bronceados y la mirada profunda. «¡Atento!» le gritaba ella, divertida, cuando el sopor de la tarde calurosa y las preocupaciones por la suerte de los rebeldes se combinaban para distraer a Alex, poniéndole en riesgo de recibir un pelotazo errante en su rubia cabeza.

Al escuchar la melodiosa advertencia, Alex volvía la mirada y remataba la pelota con un preciso golpe de la poderosa mano derecha, aquella que había echado por tierra a incontables enemigos de la libertad. Irazén entonces le gritaba «¡Trampa, trampa!», entre risas que ignoraban la tristeza de toda una nación oprimida. Aquellos inocentes instantes de placer parecían ahora tan lejanos. Tan sólo breves memorias que se apagaban dentro de una cabeza que perdía gotas de vital sangre a gran velocidad…

KidsPlayCuiza

Con sus fuerzas extinguiéndose a grandes trancos, Alex sacó la lengua y la apoyó contra el tocón patibulario donde hacía sólo siete segundos el verdugo, ahora inconsciente, le había decapitado de un certero golpe de hacha. La cabeza aceleró su rodar previo y cayó por el flanco hacia el llano, donde uno de los niños esperaba un remate de su compañero. Alex, privado de sus cuerdas vocales, emitió un gutural grito que constituía su útlima esperanza, un débil eslabón que era todo lo que le separaba ahora de la muerte. «¡A… ten… to!», resonó en el aire. El imberbe pelotista se volvió instintivamente para rematar el objeto esferoide que caía a sus espaldas, sin procesar siquiera que lo que volaba hacia él era una cabeza humana.

La rodilla certera dirigió la ensangrentada crisma de Peligro en una graciosa parábola, en un último vuelo en pos de la vida, del amor de una nativa de muslos bronceados y mirada profunda, de la libertad de un pueblo…

De un carromato cubierto de cuerpos sin vida.

Alex estaba a punto de perder el sentido, esta vez para siempre. El golpe de rodilla del niño que jugaba cuizá hizo salir unas gotas adicionales de sangre de las casi agotadas arterias que el hacha había cercenado. Pero al menos debía intentar lo imposible, había llegado demasiado lejos como para darse por vencido ahora, que estaba tan cerca de la salvación. La cabeza cayó sobre el cuerpo decapitado de Feliciano, rodó cuesta abajo sobre la espalda de Mauro y descansó a escasos centímetros del cuello degollado de Alex Peligro, cuyó corazón aún emitía sus últimos latidos, esparciendo intermitentes chorros de sangre de las venas del cuello. Alex reunió todas las fuerzas que quedaban en su cabeza, sacó la lengua una vez más, movió la oreja izquierda y logró rodar otros seis centímetros, de manera que cuerpo y cabeza quedaron alineados casi a la perfección. El desvanecimiento alcanzó por fin al valiente paladín de la libertad. La oscuridad se ciñó sobre sus ojos.

Silencio.

Y repentinamente, una luz. Alex abrió los ojos con dificultad. El oxígeno volvía a correr, aunque entrecortadamente, por la tráquea. La sangre fluía, dificultosamente, hacia la cabeza. Nuestro héroe reaccionaba con lentitud ante esta renovada fuerza. Alex sintió la placidez de las sensaciones volviendo muy débilmente a sus extremidades, con ligeros aguijonazos que reanimaban manos, pies, dedos. Era como si hubiera estado separado de su cuerpo durante una eternidad, y sin embargo, sólo habían transcurrido una docena de segundos.

Peligro sentía el apacible sopor del desangrado apoderándose de su cuerpo, pero reaccionó de inmediato con el inconfundible instinto de quien lucha por salvar su vida. Si no detenía de inmediato la hemorragia y si no restablecía con alguna clase de sutura los contactos entre cabeza y torso, la muerte le sorprendería en breve, pues gran parte de su sangre aún escapaba por la herida que rodeaba todo el cuello.

Alex movió con dificultad el torso, cuidando no apartar la cabeza de su precaria alineación con el resto del cuerpo, para que no se interrumpiera el débil alimento de sangre y oxígeno que apenas le mantenían con vida. En un movimiento de Tao-Shao (la disciplina oriental aprendida durante su estancia en el Radaputna, cuando ahuyentó a los comunistas de los monasterios de Shinkiang), logró dislocar voluntariamente la muñeca derecha, permitiendo a la mano izquierda maniobrar en el espacio suficiente para deshacer sus ataduras. Con las manos ya libres, Alex palpó el bolsillo interior de su chaleco y encontró, oculta entre los plieges del forro, su navaja suiza de reserva. El rubio agente secreto no pudo reprimir la sonrisa de satisfacción al descubrir el práctico utensilio en el escondite previsto para una situación justo como la que estaba afrontando.

Con pulso ligeramente afectado, debido a la pérdida de sangre, abrió el compartimiento inferior de la navaja y extrajo la aguja quirúrgica, el hilo de sutura y, enhebrando de forma experta la aguzada pieza de acero inoxidable, comenzó a unir la tráquea y los músculos que separaban la cabeza del cuello. Mordiendo su labio inferior para contrarrestar el dolor, Alex Peligro culminó la reparación de su vejado físico al cabo de 42 eternos segundos… y se incorporó sobre el carromato.

Los guardias que rodeaban la plaza al fin se habían abierto paso entre la turba enardecida, intentando alcanzar ese carromato de ejecutados donde uno de ellos se había aferrado valerosa e improbablemente a la vida. Alex Peligro los veía avanzar con los rifles en alto. Era preciso recuperar fuerzas tras la fallida ejecución. Pero mientras preparaba un plan de último momento para repeler la agresión inminente, la ira del pueblo allí reunido acabó por desbordarse. La muchedumbre se abalanzó sobre los guardias en un acto de desafío total, inspirados por la valerosa hazaña que recién había protagonizado la cabeza del fornido extranjero de la cabellera rubia.

Alex, lleno de adrenalina, reubicó su dislocada muñeca con un sonoro «¡crac!», saltó hacia el frente del carromato con un vigoroso «¡umpf!», empuñó las riendas al arrear a los caballos con un preciso «¡ARRE!» y dejó tras de sí una plaza polvorienta, plena de confusión, pero vibrante en su espíritu de lucha y repudio a la dictadura. A sus espaldas se escuchaba el fragor de la escaramuza entre civiles y militares, con su sinfonía discordante de gritos entrecortados, maldiciones, balas errantes y caballos que relinchaban asustados por el caótico escenario. El ingenioso defensor de los desprotegidos continuó su alocada carrera, surcando las callejuelas que conducían a las afueras del pueblo, mientras pensaba que la venganza sobre el Generalísimo Figueres no esperaría mucho. Por fortuna, las muertes de los Doce de Atehuamalpa no serían en vano. Pero más que nada, sus pensamientos viajaban hacia la bella Irazén, con sus muslos bronceados, mirada penetrante y risa angelical, que le acusaba de hacer trampa cuando una pelota le iba a pegar en la cabeza.

Y ella no se equivocaba del todo pues, una vez más, Alex Peligro le había hecho trampa… a la mismísima muerte.

Continuará

22 comentarios en “Muerte Mortal: La Eterna Saga de Alex Peligro – Parte II

  1. Por algún extraño motivo, las dos veces que he leído de Alex Peligro me imagino una película del canal 9 o algo parecido al libro vaquero.

    De cualquier forma, estuvo chingón.

  2. Iba hacerte la típica pregunta que hago cuando alguien platica una hazaña por demás inverosímil… pero mejor no. Ya hacía falta leer algo de Alex Peligro. Suena como un guión que se animaría a protagonizar el mismísimo Jason Statham… igual de jalado que las dos películas de Crank. Solo tendrías que ponerle la rubia peluca.

  3. Tsss saca pa andar iguales lo peor del caso es que si estuvo bastante entretenido y no puedo esperar para el siguiente capitulo mi Toño

  4. jajajaja, esta muy chingon, la verdad esta algo fumado, pero excelente relato, voy a esperar el audio libro, quienes son los morenazos de la foto, son los actores de «The Gods must be crazy», o solo es mi imaginación?

  5. Jhon Rambo, John McClane, y Douglas Quaid son unas putas niñitas al lado de Alejandro Peligro, que me recuerda a Juan Camaney, jejeje.
    Me tuvo intrigado el cuento, no me esperaba eso de la oreja jajajaja.

  6. Convirtiendo a PDF para leer en horas de clase improductivas en la UAT… y sometiendolo para material de lectura obligatorio en el taller de desarrollo de habiliadades para aprender del cual soy adjunto! Saludotes!!

    [Mensaje del Subsecretario de Relaciones Públicas, Promoción y Difusión para la Costa del Golfo (sin remuneración): ¿Ya te uniste a finisimo grupo de este tugurio virtual en Facebook? ¿No? Entonces espera a que Optimus Menchaca te jale las patas! Búscanos como «Toño Sempere»…. Fin del Mensaje]

  7. No manches, con Alex Peligro,el cine «Mariscala»podría volver a su época de esplendor. Me imagino el casting:

    Alex Peligro – Andrés García (circa «Tintorera»)
    Generalísimo Figueres – Jorge Fegan
    Verdugo – Eleazar García Jr.
    Xehol – Gregorio Casals (circa «Chanoc», porque los Gurza tienen cara de closeteros)
    Irazén – Yirah Aparicio (sólo para iniciados)
    Barón Von Anslicht – Hugo Stiglitz
    Los doce de Atehuamalpa – Los hermanos Bichir (para darle un toque de «Nuevo Cine Mexicano») que en un despliegue tecnológico de punta, hacen ¡3 papeles cada uno!… bueno, la verdad no sé cuantos Bichir son pero, la idea es esa

    Dirtigidos por: Alfonso Rosas Priego IX, o Edgardo Gazcón IV, o René Cardona V

    O bien, si quieres casting de película multipremiada, dirigida por Sarimañas, el casting sería:

    Alex Peligro – José María de Tavira
    Generalísimo Figueres – Manuel Ojeda
    Verdugo – Daniel Jiménez Cacho
    Xehol – Luis Fernando Peña
    Irazén – Una que está bien sabrosa, pero no me acuerdo como se llama, y que siempre se encuera en las películas del «nuevo cine mexicano»; o en su lugar, la que la hace de «La colombiana» en «Pantaleón y las Visitadoras» (OMG)
    Barón Von Anslicht – Mario Iván Martínez
    Los doce de Atehuamalpa – Los hermanos Bichir, que en un despliegue tecnológico de punta, hacen ¡3 papeles cada uno!… bueno, la verdad no sé cuantos Bichir son, pero la idea es esa

    … ¡OUCH!

    Perdón, me quemé los dedos con la bacha…

  8. Esperemos que la falta de un post o el echo de que no respondiera este se deba a que el buen Toño esta teniendo RELACIONES SEXUALES DE ANTOLOGÍA (así con mayúsculas)

  9. Deberás mama Magloire desde la vez pasada queria preguntar si Shrinking Violet se debe a algo em particular mis apuestas son:

    A) Al personaje de DC Comics del mismo nombre

    B)Una liga de derechos gay que esta activa en el lado gringo de nuestra frontera

    C) A una cancion que no me acuerdo quien canta

    D) o a que no eres timida

  10. * Primero lo primero. El pinche libro y sus respectivos taxes no los voy a pagar nun-ca!!!!! Llevo mas de once años pagandolos con creces…

    * Lo que se me ocurría (gracias a ti) es una sesión de RELACIONES SEXUALES DE ANTOLOGÍA, y como bien lo dijiste, no precisamente con el Toño…

    * Ding, ding, ding!!! La respuesta correcta es D!!
    No solo no soy tímida, estoy convencida de que soy absolutamente perfecta en todo aspecto. Si lo sabe Dios, que lo sepa el mundo, no?

  11. Uy me parecio muy buena la historia, hasta le conte a mi papa y dice que cerca de su Tangamandapio paso algo parecido: que a un señor lo decapitaron y que el cuerpo hizo aun el esfuerzo como de huir hacia su casa!!! Quien sabe si duro los 12 segundos que mencionas pero al parecer si tiene un poco de verdad ese hecho.

    Saluditos!!!

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